Nelson, Michael Jackson y Ed Sheeran

Los británicos tomaron la capital tinerfeña con la excusa de acudir al concierto del pelirrojo pero, de paso, acabaron con las existencias de bebidas y Doritos

Nelson, Michael Jackson y Ed Sheeran

Nelson, Michael Jackson y Ed Sheeran

Casi 227 años después de la derrota del vicealmirante Nelson en la Batalla de Santa Cruz y casi 31 más tarde del desembarco de Michael Jackson en el puerto chicharrero con el tour Dangerous World, los ingleses no se habían visto en otra. Los hijos de la Gran Bretaña tomaron la capital tinerfeña con la excusa de acudir al concierto de Ed Sheeran, pero en realidad acabaron con las existencias de cervezas, ginebra y Doritos en todos los bares, chinos, cafeterías, supermercados, tiendas 24 horas y quioscos que trincaron open cerca del estadio. Se bebieron hasta el agua de los floreros y llegaron al campo haciendo curvas: algunos/as eran una fotocopia de los monoplazas de F-1 calentando ruedas justo antes de dar la salida de un Gran Premio: un giro pa’ acá, otro pa’ allá.

Y eso que la gran mayoría vivía en la ignorancia de que en cuanto el tercer integrante de la saga Carlos Sainz [er nieto] ocupe el segundo asiento de la escudería Dacia Sport se va a colocar el primer tormo en nuestro ansiado Circuito del Motor. Pero eso es algo que ya les irá contando Lobatón, perdón Antonio Labato. Lo cierto es que el Heliodoro se disfrazó del Estadio de Wembley, salvando las distancias claro está y sustituyendo el bonito arco que cruza de lado a lado el cielo londinense por el brazo artículado de una grúa que trabaja [ya por fin] en la remodelación del Parque Viera y Clavijo, para recibir a Ed Sheeran. Arriesgo en exceso escribiendo que no recuerdo haber escuchado al de Yorkshire, al que sigo viendo con un gran potencial como extra en las entregas de Harry Potter, [al margen del enorme talento que desprende el jodido para la música], gritando holaa, hola Tenerife! o ¿Cómo están ustedes?

Tampoco era cuestión de desencadenar un conflicto diplomático de calado mundial entre Pedro Sánchez y Rishi Sunak –bastante tiene el primero con contener las embestidas del gaucho Milei y el segundo con capear las llantinas de los que creían que el Brexit era el carrilero izquierdo que quiere fichar Guardiola para el City– o una continuación de la Batalla de Trafalgar pronunciando la frase que en su día hicieron famosa Gabi, Fofó, Miliki y Fofito, si no recuerdo mal, porque Milikito y Fofito vinieron un poco después, ¿no?...

Al grano. Ed Sheeran no pronunció ni una sola palabra en español mientras estuvo sobre el escenario. Desconozco si durante un hipotético almuerzo en el malecón de San Andrés dijo: «Trae pa’ aquí esta viejita que me la voy a mandar con unas papitas arrugadas y un poquito de mojo picón...». Ahh. Y que no falte medio litro –servido en aquellas botellas art déco de anís El Mono tan graciosas y toscas– de vino peleón y su correspondiente frangollo, Príncipe Alberto o barraquito con dos bolitas minúsculas de sacarina. En defensa del británico, tampoco recuerdo que las más de 35.000 personas que se dieron cita en Rodríguez López acabaran cantando el ay, ay, ay, ay... canta y no llores que en su día tanta emoción generó en la atormentada alma de Michael Jackson. Ahí fallamos todos, porque si el personal se arranca con el ay, ay, ay, ay... canta y no llores, a esta hora el espacio futbolero blanquiazul [luego les escribo algo del estado del césped] aún estaría de bote en bote. ¡Ya les digo yo que no lo vacían ni los GEOS!

Ed Sheeran estuvo en modo chico bueno. Bueno cantando, bueno empatizando con un público entregado a la causa de un artista brutal y, por qué no, bueno a la hora de improvisar los pequeños discursos que colaba entre tema y tema. En uno de ellos, incluso, tuvo un cariñoso recordatorio para los doscientos o trescientos vecinos [o más] que seguían su recital desde un alto edificio que se levanta en la zona de Tomé Cano. «A los del tejado –no dijo azotea, dijo tejado–, espero que ya que lo están viendo gratis se sepan las canciones». ¡Qué guasa, tiene el canalla! Ahí estuvo señor y se mordió la lengua para evitar decir. «¡Vecinos, pasen por taquilla!» o algo parecido. Algo más serio se puso el pelirrojo casi a la mitad del concierto, más o menos, cuando paró un tema para pedir a sus dos cañoneros que iluminaran el pasillo que se abrió de buenas a primeras en el centro del campo, y que fue la vía de escape que usaron los recursos de la Cruz Roja para intentar evacuar a un espectador afligido que se sentía indispuesto...

 | i love the world

| i love the world / Jorge Dávila

Al menos eso fue lo creían muchos de los allí presentes, que atónitos observaron cómo el muchacho de camisa blanca y bermudas chinescas se levantaba de un brinco de la silla auxiliar en la que los generosos y siempre valientes voluntarios del emblema encarnado trataban sacar del recinto en dirección a la avenida Heliodoro Rodríguez López... Aisss, que ahora se llama otra vez avenida San Sebastián. En cuestión de 30 segundos, 45 no más, se dieron un par de milagros: uno casi comparable con la extraordinaria apertura del Mar Rojo en aquel momento de calentura de Moisés y otro que estaba conectado con una icónica referencia a los Evangelios: «Desatadle y dejadle andar...». Y Lázaro se levantó y, por supuesto, que andó… Andó para no pasar vergüenza y, más que nada, andó porque ya se veía fuera de un concierto descomunal por un pedo de nada. En defensa de los guiris que ya andaban un poco pasados de rosca a las cinco de tarde [hora taurina, pero también en la que suele jugar sus partidos de fútbol el Ispwich Town FC que tanto adora el intérprete de una canción inspirada en sus días locos en Tenerife] debo confesar que el resucitado era más canario que Pepe Benavente. ¡Chico, no nos vacile!, se escuchó decir a uno de los porteadores…

Durante el espectáculo, elegante y con unos mimbres de show mundial, hubo instantes que van a quedar en el recuerdo de muchas parejas. Una, por ejemplo, se quedó a las puertas del matrimonio justo después de que el Ed Sheeran más melancólico de la noche recordara los orígenes de la historia que les iba a cantar a continuación: «Esta letra se la dediqué a un amigo que perdí hace unos años». Se le vio emocionado. Digo yo. ¿No tenía el Romeo de turno un temita algo más movidito para pedir semejante compromiso o es que el aún novio tenía miedo de perder el anillo entre tanta gente? Quiero pensar que, por lo menos, se llevó un «sí, quiero» o, mejor dicho, un «yes, I do».

Nelson perdió un brazo y, sobre todo, la oportunidad de que el Reino Unido tuviera algo más que un peñón en suelo español, Michael Jackson reinó durante más de tres décadas por falta de competencia y Ed Sheeran, aunque no dijera nada en español, lo hará hasta que otro británico llegué y reconquiste esta ciudad Barranco Santos arriba [su padrino artístico Sir Elton John lo hizo bien en Adeje, pero nada comparable con lo que ocurrió en el estadio] con una cita única, insólita, histórica... Yo si fuera el jefe de protocolo del Ayuntamiento de Santa Cruz revisaría lo antes posible, aunque fuera domingo y el personal estuviera de holidays, mejor dicho de vacaciones, el escudo institucional de nuestra invicta metrópolis a ver si todavía conserva las tres cabezas de león –simbolizan las derrotas que los ingleses encajaron en estas coordenadas atlánticas tras los ataques fallidos de Robert Blake, John Jennings y Horacio Nelson– o alguna se marchó en el equipaje del conquistador Ed Sheeran… Les aviso con tiempo para evitar disgustos, porque como una de esas hermosas melenas leonadas haya volado al Reino Unido, eso ya no lo arregla ni el Seprona. No les digo nada de la momia guanche que sigue en Madrid a la espera que alguien le compre un pasaje en Binter para regresar a casa.

El césped, casi me olvido… La hierba del Heliodoro [la que se pisa, no la que flotó en el aire durante toda la velada con una generosa intensidad y variedades] quedó arrasada: su aspecto cuando aún no había ni un alma sobre el tapete tampoco era una maravilla, pero dos horas y pico más tarde era lo más parecido al devastador escenario que se originó en la definitiva Batalla de Culloden. ¡Garrido, perdón Rayco, toca llamar a los jardineros y que nos pongan bonito el Heliodoro!

Arriba, un momento de la actuación de Ed Sheeran el sábado en el estadio Heliodoro Rodríguez López. Sobre estas líneas, la superestrella británica con la camiseta del CD Tenerife.