La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Sochi fue una gran fiesta, no tanto del deporte, como de las bellas artes, en la que los espectadores parecieron asistir a un espectáculo teatral más que deportivo.

Al margen del caviar y el vodka, el mundo vincula a los rusos con el ballet, la ópera, los grandes compositores y las vanguardias de principios de siglo XX, por lo que los organizadores apostaron por rendirse al clasicismo.

En vez de un esquiador o una patinadora, la estrella fue una niña vestida de blanco, de nombre Luba, la "prima donna" del teatro Bolshói, Svetlana Zajárova, y la famosísima soprano Anna Netrebko.

"El Lago de los Cisnes" de Chaikovski y la "Danza del Sable" de Jachuturián hicieron olvidar las canciones de los Beattles y el rock de Rolling Stones de la inauguración de los Juegos de Londres en 2012.

Por si había alguna duda que Sochi está en Rusia, acróbatas y artistas de circo, arte que en este país es venerado como oro en paño, mostraron al público grandes globos con cúpulas en forma de cebolla, signo de identidad de este país.

Mientras, el líder ruso, Vladímir Putin, asistía al espectáculo acompañado de numerosos mandatarios, pero a su izquierda había una mujer, Irina Skvortsova, lo que despertó al principio toda clase de suposiciones.

No obstante, Skvortsova es una joven deportista rusa que sufrió en 2009 una gravísima lesión durante un entrenamiento de bobsleigh que le tuvo en coma durante varios meses, tragedia que tuvo en vilo a los rusos.

También hubo tiempo para rendir tributo a las vanguardias soviéticas y al realismo socialista con carteles, eslóganes comunistas, la famosa escultura "El obrero y la koljosiana" y, como no, la hoz y el martillo de la bandera soviética.

El desfile también pareció más un pase de modelos, que una parada de deportistas de elite, ya que la delegación italiana llevaba diseños de Armani; los franceses de Lacoste, y los estadounidenses de Ralph Lauren.

El país anfitrión apostó por Bosco, muy criticado por sus desfasados estampados, pero ésta vez los anorak estilo esquimal parecieron los más adecuados para unos juegos blancos.

Tailandia no es precisamente una potencia en deportes de invierno, pero esto no frenó a la popular violinista Vanessa Mae, que representará al país asiático en el eslalom gigante de esquí alpino.

Otro deportista al que no le asustan los desafíos es el esquiador mexicano Hubertus Von Hohenlohe, que no sólo competirá a los 55 años, sino que portó esta noche orgullosamente la bandera mexicana.

El punto culminante de la ceremonia, que se prolongó durante dos horas y 40 minutos, fue el último relevo de la antorcha, el más largo de la historia, ya que recorrió más de 65.000 kilómetros durante 123 días, e incluso viajó al espacio y al Polo Norte.

Aunque reside en EEUU desde los 7 años, la tenista María Sharápova, embajadora de Sochi 2014, fue la elegida para llevar la llama olímpica al estadio Fisht, que toma su nombre de una montaña del Cáucaso.

En el relevo también participó la legendaria pertiguista Yelena Isinbáyeva, que está embarazada de varios meses, y la campeona olímpica de gimnasia rítmica, Alina Kabaeva, actual diputada.

También tuvieron sus momentos de gloria al portar la bandera olímpica el cineasta Nikita Mijalkov, galardonado con un Oscar y premios en Cannes y Venecia, y la primera cosmonauta de la historia, Valentina Tereshkova.

La inauguración de los Juegos estuvo precedida por una gran noticia, que algunos vincularon con el llamamiento del COI y la ONU a una tregua olímpica, tradición de la Grecia antigua que fue recuperada en Barcelona 92.

Se trata del alto el fuego de tres días acordado por las autoridades y la oposición armada en la sitiada ciudad siria de Homs para permitir la evacuación de todas las mujeres, niños, hombres mayores de 55 años y heridos del casco viejo.

Precisamente, hoy un grupo de 45 antiguos altos cargos internacionales y famosos como el español Javier Solana, el empresario Richard Branson y el músico Peter Gabriel se habían dirigido a Putin para que aproveche los Juegos de Sochi para allanar el camino para la paz en Siria.

Putin no dudó en ceder todo el mérito de la tregua en el país árabe al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y al presidente del COI, Thomas Bach.

En la ceremonia no se vio el temido arcoíris, el símbolo de las minorías sexuales, pero pocos son los que dudan que algunos deportistas recurrirán a ese símbolo para protestar contra la ley que prohíbe la propaganda homosexual en Rusia.