En los minutos previos al choque, volví a sentir lo de antaño, desde el visionado de imágenes del Tenerife Marichal, con Quico Cabrera a la cabeza, hasta que el Arona festejó. Han pasado 18 años, pero con la semifinal tinerfeña he visto que la afición por el voleibol en la Isla está retornando. ¿Y qué mejor que una semifinal tinerfeña para eso? El Haris-Arona fue un partido muy disputado. Quizás, el factor diferencial estuvo en la motivación que traían las de Los Cristianos después de vencer en cuartos de final; salieron a por todas y sin ningún complejo. Romina Lamas hizo de un debutante un equipo impecable; el orden y la concentración como base del éxito.

Con lo expuesto anteriormente, no se le puede recriminar nada al Haris; únicamente fallaron en la colocación de los balones, pues quizás no resultaron todo lo precisos que necesitaban a las atacantes. Lo dieron todo, pelearon al máximo. El inconveniente: tenía que haber un ganador y, por ende, un perdedor.

Ahora ya miramos a la final de esta tarde. Por segundo año consecutivo tendremos a un finalista tinerfeño en la Copa de la Reina. Lo único que puede resultar verdugo del Arona es el cansancio acumulado después de dos partidos muy exigentes. La motivación es innegociable, saldrán a la pista como hicieron ayer, defendiendo cada punto, dominando en la colocación y en la selección de los ataques. En la oposición no tendrán empresa fácil. En el cara a cara se enfrentan a todo un Logroño, diseñado y pensado para ganar todas las competiciones en el año. Su plantilla es amplia y atesora experiencia y juventud, mezcla óptima.

Con los ingredientes expuestos, el Arona lo tendrá muy difícil. Resulta especialmente complicado que puedan doblegar al Logroño. No obstante, la presión es para ellas. El Arona Tenerife Sur cuenta con el aval de la ilusión.

* Entrenador de voleibol