El fútbol no son solo futbolistas. Ni entrenadores. El fútbol más real, aquel alejado de cualquier foco mediático, sobrevive gracias a personas extraordinarias que igual un día son delegados de campo que al siguiente recorren la ciudad vendiendo rifas para la estabilidad de su club, ordenan material o, incluso, se acaban haciendo grandes, imborrables, despachando en la cantina. Paco Montesino aglutinó en su humildad todo lo necesario para ser una referencia indiscutible del CD Mensajero. Y lo logró. Lo hizo hasta ayer, cuando su corazón rojinegro se cansó y decidió parar.

Las nuevas generaciones unen al gran "Monte" al bar del Silvestre Carrillo. A sus bocadillos, a su forma de ser. No les falta razón. Otros, los mayores, recuerdan que incluso cuando los jugadores del Mensajero salían directamente vestidos para jugar desde el antaño club, en la calle Trasera, sin tener que pasar por ningún vestuario, ¡mira que han pasado años!, la figura de Montesino ya estaba allí para un último aliento. Para lo que fuera. Y es cierto.

Tuvo una época a pie de campo, junto a entrenadores como Manolo Acosta, Antonio Juan, Don Pepe... al lado de generaciones de futbolistas que llamaban a la puerta. También sirvió de apoyo para muchos que vinieron de fuera: "Montesino me ayudó bastante cuando llegué a La Palma y eso no lo podré olvidar", recordaba ayer el tinerfeño Alex Rodríguez, aquel "9" espigado que iba siempre a todo tren.

El Mensajero le daba ayer su último adiós: "Se va una de las piezas más importantes en el engranaje de nuestro club".