Puede que la noche del 14 de julio, el mexicano Hirving Lozano reciba un telegrama diciendo: "Hirving, toda Alemania te da las gracias". Puede que 44 años después de la primera vez, los nuevos tiempos aconsejen un mensaje de whatsapp. Pero el fondo sería el mismo: una derrota que hizo reaccionar a una gran favorita.

El antecedente tuvo un trasfondo que fue más allá de lo deportivo. Sucedió en 1974. En plena Guerra Fría colisionaron en un campo de fútbol el capitalismo occidental contra el este socialista. Dos modelos, dos bloques (el de Estados Unidos y la OTAN contra el de la URSS y el Pacto de Varsovia). La anfitriona República Federal Alemana (RFA) se enfrentaba a la República Democrática Alemana (RDA).

Se jugó en el Volksparkstadion de Hamburgo en medio de unas extremas medidas de seguridad: francotiradores en las alturas, un helicóptero sobrevolando el estadio, registros a la entrada? En los días previos se habían producido amenazas de atentados y de secuestros por parte de la organización terrorista Baader Meinhof. Más de 60.000 espectadores se dieron cita, aún así, para presenciar un histórico y aburrido duelo. La RFA llevó el control, mientras la RDA se defendía en busca de un contragolpe letal. Lo encontró en el minuto 77 y lo culminó Jurgën Sparwasser. "Fue un disparo desde el Este con dirección al Oeste", contó él.

Tenía entonces 24 años y era ingeniero mecánico de profesión y trabajador de una compañía estatal de maquinaria pesada de Magdeburgo. Jugaba en el club de la ciudad (lo hizo hasta 1979) y había ganado incluso una Recopa. Pero fue entonces cuando se hizo famoso de verdad. Aquella noche, el héroe empezó a padecer las consecuencias del éxito. Quiso salir a celebrar la victoria con sus compañeros por el animado barrio de Reeperbahn, pero el agente de la Seguridad del Estado, la omnipresente Stasi que iba con la selección, le aconsejó no hacerlo porque los servicios secretos de la RFA no dudarían en eliminarlo. Se había convertido en un héroe del socialismo, pero nunca disfrutó de sus ventajas.

"Aquel gol me trajo más problemas que alegrías", ha repetido luego Sparwasser. En la RDA le odiaron los disidentes y le envidiaron muchos seguidores del régimen. Se dijo que había recibido, por orden del líder Erich Honecker, regalos como un coche, una casa y una gran cantidad de dinero. "Es mentira. Solo recibí los 2.500 marcos por clasificarnos para la siguiente fase que también cobraron mis compañeros", ha aclarado luego. Pero ya era tarde. En los medios de la RDA se vendía como la victoria del socialismo sobre el capitalismo decadente. "La gente pensaba que le habíamos hecho un favor a la dictadura. Repetían mi gol en las noticias y comencé a sentirme utilizado", se queja Sparwasser. Rechazó ir al Bayern para seguir su carrera en Magdeburgo, pero el gobierno le impidió acabar la tesis de Pedagogía, instándole a convertirse en entrenador. Aquello no entraba en sus planes y decidió huir a la RFA. Lo hizo en 1988.

En el otro lado, la selección de los Maier, Beckenbauer, Netzer y Muller salió reforzada. Aquella derrota le hizo eludir antes de la final a Brasil, Argentina y Holanda y le dio tiempo a recomponerse hasta que superó a la "Naranja Mecánica" en Munich y alzó la copa. Por eso, Berti Vogts siempre defendió que se habían dejado perder. Sparwasser lo tiene claro: "Nadie quería ni debía perder aquel partido".