Poco más de tres meses han transcurrido desde que Asier Garitano anunciara su decisión de abandonar el banquillo del Leganés tras cinco temporadas pero el destino, caprichoso, ha querido que en su segunda salida como técnico de la Real Sociedad tenga que volver al estadio de Butarque.

La última vez que se le vio sobre ese verde fue el pasado 19 de mayo durante el encuentro que midió a los locales contra el Betis y que suponía el cierre de la temporada liguera para los madrileños.

Venció el equipo por 3-2 y, al término, los seguidores le brindaron al capitán Martín Mantovani y a él una de las despedidas más calurosas que se recuerdan durante los últimos años. No era para menos, ambos eran dos de las caras visibles de un periodo que pase lo que pase ya quedará en la historia del club para siempre.

Cerraba ahí Garitano un ciclo de cinco temporadas que arrancó cuando la entidad le confió la difícil tarea de escapar de la Segunda División B. Los madrileños, que habían pasado por momentos complicados en lo económico, trataban de olvidar aquello y dar un salto hacia adelante.

La apuesta resultó ganadora, pero no sin esfuerzo ni sufrimiento. Tras finalizar segundo en su grupo el plantel logró superar en la fase de ascenso al Guijuelo, al Lleida y finalmente al L''Hospitalet jugando esta vez la vuelta en casa.

Se ponía fin a una década en el tercer escalón y nacía un equipo ambicioso que parecía no tenerle miedo a ningún reto. Competitivo en grado sumo gracias a la mentalidad de su entrenador y a unos jugadores que creían en su discurso, aquello parecía solo la punta del iceberg.

La progresión se confirmó la siguiente campaña, donde consiguieron salvarse de manera holgada acercándose incluso a los puestos de promoción. Un retorno placentero a Segunda que sentaba, cuanto menos, buenos mimbres para la estabilidad.

Comenzó entonces a sonar el preparador para otros equipos de superior categoría, especialmente el Eibar. Pero finalmente acabó ampliando su contrato entre la expectativa de saber si lo que estaba haciendo con el Leganés era solo flor de un día.

Lejos de decepcionar, superó todas las expectativas posibles. Tras una temporada impecable donde se mostraron como un conjunto muy difícil de doblegar y capacitado para plantar cara a cualquiera, alcanzaron de manera directa la cima de Primera. Si ya de por sí Garitano tenía la admiración absoluta de la grada, aquello le hizo ganarse el corazón de todos.

El Leganés se había colado entre los grandes transmitiendo unos valores muy positivos. Humildad no exenta de ambición, normalidad, buen sentido del humor... la misma imagen reflejada por un entrenador que residía como uno más en el centro de una ciudad donde era tremendamente respetado y que acabaría nombrándole ''Hijo adoptivo''.

Después de subir llegarían sus dos permanencias consecutivas y las semifinales de la Copa del Rey disputadas el último curso, éxitos que despertaron la atención de otros rivales y que hicieron aumentar su cartel al igual que la incertidumbre sobre su futuro inmediato.

Garitano mantuvo las dudas hasta el final pero, una vez sellado el objetivo, anunció su salida para tristeza de todos aquellos que le había acompañado en el camino. Se llevaba además consigo a Miguel Pérez, el preparador físico y elemento clave de un cuerpo técnico que fue desintegrándose.

Lo que sí quedó fue su legado. El deportivo, indudable. Pero también una cultura de club y las ganas de no sentirse inferiores a los demás. Fue por ejemplo importante en la incorporación de algunos futbolistas, a los que convencía personalmente, y también en la creación de lazos con el Athletic para traer efectivos de Bilbao.

Además animó al Leganés para que avanzara en algunos aspectos como el trabajo del día a día. En parte por ello se pasó de ejercitarse en un campo discreto a hacerlo en una instalación deportiva a la altura de un equipo de LaLiga Santander construida para tal fin.

Todo ello permanece si bien desde que tomara rumbo a San Sebastián para trabajar en la Real Sociedad también se han experimentado los cambios lógicos que acompañan a todo proyecto que echa a rodar.

Su lugar lo ha ocupado el argentino Mauricio Pellegrino, otro ''técnico milagro'' con el Alavés. Muchos jugadores han abandonado la disciplina para dejar su lugar a nuevos compañeros, varios de ellos avalados por su experiencia y sus registros. En los despachos hay una mayor voluntad de incorporar futbolistas en propiedad y cuando Garitano vuelva apreciará algunas modificaciones en el estadio como es por ejemplo la creación de palcos VIP.

El hombre que un día aceptó el reto y convirtió lo improbable en posible ha dirigido su rumbo hacia otras latitudes pero siempre podrá volver a su ''casa'' con la cabeza alta y la sensación del deber cumplido. Por mucho que pasen los años, quedarán trazas de ''garitanismo'' en el ADN del Leganés.