Doctores tiene la Iglesia y son muchos los que en el templo del baloncesto de máximo nivel saben, entienden, desmenuzan, analizan y sopesan todos los detalles y pormenores que en un partido se dan. Yo no soy doctora en la materia, ni lo quiero ser, y con estas líneas sólo pretendo dar mi opinión de antigua jugadora, sobre lo que hasta la segunda jornada de la fase de grupos he podido presenciar y observar en los ocho partidos a los que he asistido. De las 16 selecciones, ya he visto jugar a Argentina, Australia, Bélgica, Japón, Letonia, Francia, China, Grecia, Canadá, Estados Unidos, Puerto Rico y España. Más de las dos terceras partes de las que están presentes en este Mundial de Tenerife. Sólo me falta conocer a Turquía, Senegal, Corea y Nigeria.

Con estos datos, me atrevo a afirmar que el juego que ha desarrollado la inmensa mayoría de los equipos que he visto es de un nivel de calidad muy alto. Basado en el dominio de los fundamentos técnicos individuales, en el poderío físico de la mayoría de sus componentes, en las estrategias ofensivas y defensivas marcadas por sus entrenadores y, sobre todo, en el talento de las seleccionadas que, si están aquí, será, precisamente, porque son las mejores en sus respectivos puestos.

Unas selecciones muestran bloques de jugadoras homogéneos, sin gran variedad en sus alturas corporales y que no destacan, especialmente, por el predominio de sus centímetros. Entre ellas, para mí, la más brillante ha sido Japón, ejemplo de contumacia, disciplina y efectividad, apoyadas en un peculiar y acertadísimo tiro de 3, a dos manos. Es el único que ofrece el trazado de un perfecto ocho, a la antigua usanza, pero ejecutado con la gran velocidad que garantiza ser un equipo de los catalogados como pequeños. Son una especie de materialización de ese refrán tan nuestro de "el que la sigue la consigue".

Otras selecciones ofrecen un conjunto de mujeres altas y alguna "bajita" de 1,80 o alguna gigantesca, de 2,03. Como muestra, el caso de Australia, conjunto rápido y poderoso con la bajita, y algo más lento, pero igual de potente, cuando interviene la más grande.

Por último, los representantes nacionales más abundantes, los que tienen un conglomerado de jugadoras altas, muy altas y menos altas, aunque entre estos también se dan las que tan sólo miden entre 1,60 y 1,70 y que ya tienen que ser extraordinariamente buenas, para estar formando parte de toda una selección absoluta. Se me vienen a la cabeza los casos de Argentina, Nigeria, Francia, Grecia, Senegal, Japón o la misma España. Ejemplos de estos heterogéneos grupos son China y Australia, las únicas con torres de 2 metros y más.

Mención aparte merece el capítulo de las edades de las jugadoras más veteranas, las que han llegado y sobrepasado, con creces, los 30 años de vida. Trece selecciones cuentan con estas ilustres treintañeras y en algunas hay hasta cuatro o cinco de ellas. En la franja de la segunda mitad de la tercera década, son siete los equipos liderados por jugadoras que están entre los 36 y los 39 años. Mi admiración más profunda hacia ellas, que han tenido la suerte de que les acompañe una naturaleza que les ha permitido seguir jugando tanto tiempo y, muy probablemente, que se hayan librado de lesiones importantes que podrían haberlas invalidado en cualquier momento de sus trayectorias deportivas.

Para cerrar este artículo quisiera dedicar unas líneas a nuestras representantes, que, de momento, han sabido solventar con éxito sus dos primeros escollos. No sé si el exceso de responsabilidad por jugar ante su público las está coartando demasiado, pero los inicios de sus primeros partidos me han parecido dubitativos, inseguros y faltos de convicción en sus propias armas. Menos mal que, poco a poco, han sabido reaccionar y siempre se han dado uno o dos revulsivos en forma de entradas valientes y decididas o de rachas de tiros de larga distancia convertidos y que han servido para enderezar los encuentros con tiempo suficiente para superar tanteos en contra que, incluso, han llegado a ocupar más de la mitad del tiempo de juego.

En un Mundial se reúnen los mejores y no existen enemigos pequeños. Mucho ánimo, y suerte para España.