El Tenerife da pasos cortos, su juego mejora en algunos aspectos que saltan a la vista, pero el equipo no gana.

En zona de descenso, con solo 9 puntos, un promedio que da como resultado 38 al cabo de 42 jornadas, el equipo necesita hacer coincidir sus progresos en el juego con victorias. No es cuestión de elegir entre una y otra cosa, van aparejadas, porque para eso vino José Luis Oltra, para que esta plantilla tuviera una orientación hacia un estilo determinado, que está en consonancia con las características de una buena parte de sus jugadores. El problema es que esta "pretemporada" se está llevando a cabo en el curso de la competición y partiendo de una posición muy rezagada.

Entrando en detalles, Oltra ha dado pasos, alguno más corto que otros, pero todos hacia adelante. Tomando como referencia los dos últimos partidos -se entiende que son fruto de la evolución de los tres anteriores con él-, parece que el equipo mejora con tres jugadores en el centro del campo, por zonas interiores. La primera parte de Zaragoza, con esa estructura (Undabarrena en el eje, Milla y Bryan Acosta más avanzados como interiores), le permite al equipo manejar la pelota, triangular en un circuito de toque que involucra a los centrales y a los laterales. Ya es, este Tenerife, un equipo capaz de tener el balón, con amplitud, y eso le permite salvar la presión del rival, porque genera superioridad en la primera fase del juego. Además, a diferencia de la propuesta del día del Lugo, ahora hay jugadores entre líneas (Milla y Bryan) para intentar hacer progresar la acción hacia el ataque. También salen beneficiados de este escalonamiento más cercano Suso y Nano, que pueden jugar más pegados a la línea defensiva rival. Hay una jugada en La Romareda que es representativa de los beneficios de esta idea. Fue aquella en la que Bryan "leyó" un desmarque de Suso y le puso el balón por delante para definir ante el portero. Por el desmarque y por la calidad del pase, mereció ser gol.

El Tenerife de Oltra quiere llegar a portería así, o por fuera, aunque en los carriles hay diferencias notables entre la idea y la realización. Todo esto y la seguridad defensiva de la que dan referencia los números (en casa no ha recibido un gol desde que llegó este entrenador y fuera solo está el borrón de Mallorca) son aportaciones notables en las cinco semanas transcurridas desde el cambio. Pero faltan los resultados, el alimento, el color del cristal con el que se ve todo en el fútbol.

Al equipo le faltan cosas, es evidente. Incluso gráficamente podemos dibujar la evolución cubriendo escalones de atrás hacia adelante (solidez defensiva, juego con el balón...), pero no se ha ocupado el peldaño más importante, el de las llegadas, las ocasiones, los remates y los goles. El equipo está en manos de un entrenador que no va a arrodillarse por la presión de los 9 puntos, de manera que no va a deshacer todo el camino andado para empezar a jugar a pelotazos (los pocos que da ahora el equipo, por cierto, sobran, en especial con delanteros tan bajitos para la disputa aérea).

En este punto del trayecto de salida de la crisis, aceptando como natural el vértigo, solo queda una opción: tener confianza.