El Real Madrid tricampeón de Europa acabó como la estructura levantada por Alexis Zorba en "Zorba, el griego", la gran película de Michael Cacoyannis basada en la novela de Nikos Kazantzakis. Todo se derrumba estrepitosamente, el caos es total y la ruina absoluta, sin matices. En ese momento, sin nada a lo que agarrarse, sin esperanza, sin un motivo para seguir viviendo, Zorba dice a Basil, su compañero de fatigas: "Jefe, ¿vio usted alguna vez un desastre más esplendoroso?". Después, Basil le pide a Zorba que le enseñe a bailar y el griego, encantado, le enseña el sirtaki. Los dos bailan y ríen, a pesar de que todo su trabajo se ha perdido y Basil emprenderá pronto un viaje a Inglaterra, abandonando para siempre sus proyectos, la luz de Grecia y la compañía de Zorba. ¿Alguna vez hemos visto un desastre futbolístico más esplendoroso que el protagonizado por el Real Madrid ante el Ajax de Ámsterdam?

Después de que el Barça derrotara dos veces seguidas al Madrid en el Bernabéu, en Copa y en Liga, el Ajax terminó con la mística europea del Madrid de una forma digna de "Zorba, el griego". El Madrid defendía un gran resultado en el partido de ida en el Johan Cruyff Arena, un resultado que incluso había permitido que Sergio Ramos, de una forma arrogante y loca que habría encantado a Alexis Zorba, buscara una tarjeta amarilla que le borraba del partido en el Bernabéu. Después de unos siete primeros minutos buenos, intensos y prometedores, con balón de Varane al palo incluido, llegaron dos goles del Ajax casi seguidos, las lesiones de Lucas Vázquez y de Vinicius Jr., el desplome de la afición y el derrumbe brutal de un equipo acostumbrado a ganar partidos en Liga de Campeones como Leonard Cohen acostumbraba a parir versos definitivos. Si lo sublime conmueve, como decía el filósofo Inmanuel Kant, entonces el hundimiento del Madrid en el Bernabéu y la caída del proyecto de Zorba son sublimes porque nos conmueven. La desdicha de los demás despierta en los espectadores sentimientos compasivos, y estoy seguro de que hasta el culé más culé encontró, quizás en lo más profundo de su corazón, un sentimiento de compasión ante el derrumbe de un equipo que lo perdió todo en una semana espléndidamente sublime, trágica, demoledora, conmovedora en su magnífica desdicha. A diferencia de Zorba, que reacciona ante la ruina con una sonrisa al destino y un baile bajo el sol, los futbolistas y aficionados del Madrid dieron la razón a Kant, que sostenía que la expresión del hombre dominado por el sentimiento de lo sublime es seria. Así, la despedida del Madrid de todas las competiciones es más kantianamente sublime que la despedida de Zorba de todos sus sueños. Pero no sé si esto será un gran consuelo para los madridistas.

El Madrid perdió un partido terrible en Copa con el Barça (0-3), fue derrotado de forma asombrosa por el Barça en Liga (0-1) y terminó arrasado por un magnífico Ajax en un partido memorable en Liga de Campeones (1-4). Un desastre sublime matemático cuyas dimensiones nos desbordan porque son superiores a nuestros sentidos. Zorba y Basil, después del desastroso fin de su empresa, terminan su aventura comiendo cordero, compartiendo confidencias y bailando el sirtaki en la playa. No ocurrirá lo mismo con los futbolistas del Madrid, en especial con Sergio Ramos, porque hay desastres sublimes como los de Zorba y desastres sublimes matemáticos y estrictamente kantianos como los del Real Madrid en esta temporada. No es fácil imaginar a Sergio Ramos entrando en el despacho de Florentino Pérez y diciendo: "Jefe, ¿vio usted alguna vez un desastre más esplendoroso?". La gran diferencia entre bailar el sirtaki en la playa y ser eliminado en la Liga de Campeones es que Sergio Ramos no es Alexis Zorba.