Cero a cero infinito entre el Tenerife y el líder en el Heliodoro

Partido espeso y con pocas ocasiones de gol en el que el Tenerife suma un punto ante un conformista Leganés para dar otro paso hacia la permanencia (0-0).

Julio Ruiz

Julio Ruiz

Hay partidos que nacen peleados con el gol, incluso con las ocasiones y con las llegadas claras al área. Son encuentros que por mucho que duren, no se desbloquean y llevan al infinito el cero a cero inicial. Es lo que pasó entre el Tenerife y el Leganés. Los de Asier Garitano tuvieron más posesión que filo y el líder fue sorprendentemente conformista. Con este empate, los blanquiazules dan otro pasito hacia la permanencia. Avanzan con parsimonia por la tierra de nadie. Solo quedan seis jornadas para el final del curso.

Las primeras apariencias fueron las de un Leganés expansivo, con señales de bloque compacto, cómodo en su velocidad de crucero. Galopada de Raba, sin consecuencias, para romper el cascarón de la ambición nada más empezar. Nada más lejos de la realidad. El Tenerife no le perdió la cara. Entró en escena con dificultades para elaborar, pero con la misma intención de pisar el área contraria. Por ejemplo, con Yanis Rahmani, activo, esta vez en el extremo izquierdo y no en la delantera o en el lateral, como en el Belmonte. Respecto a ese partido, Garitano introdujo tres novedades en la alineación: Buñuel –en la derecha y con Mellot a pierna cambiada–, Niko Sipcic y Enric Gallego por José Amo, Sergio González y Waldo Rubio.

El control fue cayendo del lado local. Puede que al Leganés le interesara ceder la iniciativa para recuperar y romper al contragolpe. En el fondo, ni una cosa ni la otra. El pulso se instaló en el medio del campo sin un ganador claro. Sin tiros a puerta. Los de Asier no terminaban de enlazar con los dueños de la improvisación, Roberto López y Luismi Cruz, y mucho menos con Enric Gallego. Misión nada sencilla frente al equipo menos goleado de Segunda División.

De repente, el Leganés emergió con uno de sus recursos, una enérgica conducción del lateral Franquesa, de área a área, con Aitor Buñuel como frustrado perseguidor. El pase no encontró rematador. Fue un aviso de que el líder tenía argumentos para morder, aunque su frecuencia ofensiva tampoco estaba asomando a la altura de su condición de mejor equipo de la Liga. Mayor seguridad defensiva que capacidad para intimidar.

Pero esa jugada dejó un inconveniente añadido, la lesión muscular de Nikola Sipcic. El central trató de seguir en el partido, pero no le quedó otra que pedir el cambio en el 27’. Más o menos como en el Belmonte, una primera sustitución forzada por un problema físico. José Amo cubrió la vacante y el montenegrino aprovechó para forzar la tarjeta amarilla, completar el ciclo de cinco y perderse la visita al Oviedo por conveniencia. No está siendo su mejor campaña.

De camino a la media hora, el pacto de no agresión se fue acomodando en el Heliodoro. Demasiado respeto. Para el Leganés, que llevaba tres 0-0 seguidos, el empate no tenía por qué ser tan malo. No iba a dejar de ser líder por ese resultado. Y para el Tenerife, anclado en las medianías, ya era ganar por ganar, sin un aliciente clasificatorio más allá de una permanencia que tiene encarrilada. Y se supone que así se compite, pero no es lo mismo. Como la temporada del Tenerife en sí misma, el encuentro empezó a parecer muy largo demasiado pronto.

El desarrollo lineal tuvo un pequeño pico en el 31', un remate de Corredera desde fuera del área, el primero. El balón rebotó en la defensa y no completó la trayectoria.

Más tarde, Luismi frotó la lámpara y, al menos, provocó un córner (38'). Que ya era mucho, visto lo visto. Acto seguido, otro saque de esquina. Los decibelios del estadio subieron. El público necesitaba que pasara algo. Agradecía la voluntad, a falta de precisión para generar ocasiones para marcar. Al Leganés le estaba funcionando la táctica del aburrimiento y no concedía nada. Nada de nada. Juan Soriano era un espectador más.

El muro verde –así vistió el equipo madrileño– era desesperante. Pero el Tenerife no se resignaba. A su manera, se empeñaba en explorar cualquier fisura. Luismi Cruz lo intentó poco antes del descanso. Su chut, desde el balcón del área, tampoco vio portería.

La primera parte acabó sin historia: 60 por ciento de posesión del balón para el Tenerife y ni un remate entre los palos. Y el Leganés, un líder decepcionante. Hablando de historia, la única estuvo en la participación de Aitor Sanz para convertirse en el tercer jugador con más partidos del Tenerife, por detrás de Alberto Molina y Toño Hernández. ¿Cambiaría la tendencia en la segunda mitad?

La dinámica fue similar. El Leganés hizo un amago de adelantar líneas, pero hasta ahí, sin inquietar al portero. Y el Tenerife quería, pero no veía el camino. No tenía profundidad en los costados y le costaba mezclar por dentro. Tampoco conseguía nada a balón parado. Encaje en el plan visitante.

Al partido también le estaba faltando el toque de polémica. Y llegó en el 55’ por una caída de Enric en el área, supuestamente derribado por Jorge Sáenz. González Esteban no señaló el penalti. Saque de puerta y pitada del público.

Esa aparente injusticia encendió al Heliodoro, y el equipo aprovechó para apretar y circular el balón con más velocidad. El empuje dio para un peligroso centro de Luismi que no pudo cazar Enric por alto (59'). Era cuestión de perseverar. Y hacerlo con los mismos jugadores. Es lo que debió pensar Asier Garitano, que dio el paso de abrir la segunda ventana de cambios en el minuto 72: Ángel por Roberto y Loïc en el lugar de Buñuel. Mellot pasó a la banda derecha y Williams se situó en el otro costado, para que León cerrase con Amo. Una maniobra defensiva en un partido de baja exigencia.

Casualidad o no, fue entonces cuando el Leganés tiró por primera vez. El protagonista, Djouahra (74'). Un par de metros alto. En la jugada siguiente probó suerte Sergio González –el del Leganés–. Fue como si el equipo de Borja Jiménez hubiera estado esperando ese momento para atacar de verdad.

El vértigo irrumpió en la recta final. A favor de un Leganés que, al fin, contó con una ocasión clara en el 81'. Centro desde la izquierda de Franquesa y remate franco de cabeza de Djouahra para que Soriano probara los guantes. Lo peor estaba siendo el bajón de los blanquiazules. En el peor momento. Estaba jugando con dos delanteros, Enric y Ángel, pero el equipo se había partido, tenía las líneas demasiado separadas. El suministro se había cortado sin remedio. Asier quiso poner de su parte con otro doble relevo a 5 minutos del 90: Teto y Bodiger por Luismi y Gallego. El Tenerife acabó con algo así como tres centrales, dos carrileros, dos mediocentros, un par de interiores y un único delantero. Las modificaciones no ayudaron. Los locales se fueron diluyendo y terminaron en su campo, contrarrestando a un Leganés que no supo desenvolver el regalo. La última fue tinerfeña, una inesperada contra mal resuelta. Algo de descontrol dentro de tanto control. Pero ya nada iba a alterar el denso empate a cero. No perder contra el líder también tendrá su mérito.