El que fuera presidente del Banco Popular en los últimos meses previos a su intervención, Emilio Saracho, ha asegurado hoy que la entidad "engañaba", era "un desastre", "una caca", y con un valor muy cercano a cero.

La evolución de la acción, ha dicho hoy, en ningún momento le quitaba el sueño porque sabía que "tendía a cero", ya que el Banco Popular era incapaz de dar una buena noticia.

No sólo tuvo que modificar sus cuentas del ejercicio 2016, algo que se hizo evitando una reformulación, que incluía algún ajuste que en su opinión era "una trampa, ilegal e irregular".

Y todo ello llegó a principios de 2017, en un momento que Saracho consideró "la tormenta perfecta" porque el banco ya había consumido todo el capital captado en su última ampliación y había probabilidades de que hubiera incumplido el ratio de liquidez.

De constatarse ese último extremo el Banco Popular ya no podría abonar ciertos intereses a los inversores, lo que habría sido una situación grave, en sus palabras, "categoría 1 de terremoto".

Por eso y por el propio desconocimiento de la entidad de las necesidades que tenía de provisiones, Saracho llegó a la conclusión de que el banco "era un desastre", los ajustes contables eran una prueba de que la entidad "engañaba" y, para más inri, se anuncia que el consejero delegado se va.

Así que la acción bajó con fuerza y comienza el deterioro de la liquidez, pues en un día salen 1.000 millones, todo antes de una junta de accionistas que se celebró en abril y en la que Saracho admitió de que era necesaria una ampliación de capital.

En ese momento la entidad tiene dos caminos: uno pasa por ampliar capital y Saracho piensa que el banco necesita 5.500 millones, y el otro pasa por vender al mejor postor por lo que se abren los libros a cinco competidores.

La cifra de capital era "descomunal" y no la podía conseguir el propio Popular, pero el 18 de mayo de 2017 Saracho pensaba que la venta del Popular a un competidor era "inminente" y asegura que el Banco Santander era el que más podía pagar y no muy lejos BBVA, que era "el que tenía interés de siempre".

Mientras tanto, ha explicado, trabajaba para desprenderse de TotalBank, la filial en Estados Unidos, por 540 millones dólares, y WiZink, por 1.200 millones, con la idea de rebajar el capital que tenía que captar Popular de 5.500 millones a unos 4.000 millones.

No se llegó a la ampliación de capital, a pesar de que el accionista mexicano estaba dispuesto a poner 1.000 millones, pero tampoco se vendió el banco, lamentó.

ÁNGEL RON COMETIÓ "DEMASIADOS ERRORES"

Emilio Saracho ha considerado hoy que en la entidad se cometieron "demasiados errores, de los que son responsables los gestores, especialmente su antecesor en el cargo, Ángel Ron, al frente de la entidad durante más de una década.

También ha admitido durante su intervención en el Congreso que mismo pudo cometer errores, pero a renglón seguido ha insistido en que presidió la entidad apenas 108 días, y que ahora tendrá que ser la justicia la que determine si esos errores son delitos.

Saracho ha lamentado el final del Banco Popular, intervenido y vendido por un euro al Santander, porque supuso la pérdida del dinero para todos los accionistas, pero ha advertido de que "se evitó un mal mayor", en alusión a los 30.000 millones en depósitos que estarían en juego en caso de una liquidación.

"Peleé a muerte para no empezar a hablar de resolución", ha dicho, para admitir luego que no había forma de vender un banco cuyo valor era negativo "en el mundo de los vivos" y que la solución adoptada evitó "un desastre bíblico".

El exbanquero detalló sus últimas horas al frente del Popular, en las que el propio consejo decretó la inviabilidad del banco, constató que no obtendría más liquidez y optó por preparar una suspensión de pagos que remitiría a la mañana siguiente a dos juzgados de Madrid.

No obstante, esa mañana se conoció que la Junta Única de Resolución europea había decidido intervenir por la noche y vender de forma inminente la entidad al Santander, momento en el que Saracho dimitió como presidente.

Todo ello después de algo más de tres meses intensos en los que pasó de ser un "bombero" para apagar el incendio de la entidad a actuar como un "artificiero" cuando se dio cuenta de que era una auténtica bomba de relojería.

Al final, después de haber cobrado una prima de 4,5 millones de euros, Saracho ha asegurado que le da "pena" que el banco le pagara esa cantidad porque Popular "lo hizo para aparentar" y se encontró con un presidente que "no estaba dispuesto a mentir".