Los canarios nos pasamos mucho tiempo hablando de lo complicado que es salir de las Islas. Necesitamos más tiempo y más dinero para llegar al mismo lugar. No podemos sacar tanto partido a nuestros fines de semana: ¿cuántas horas, cuántos vuelos y qué precio debemos pagar por ir dos días a cualquier capital europea?

Ese aislamiento del que hablan los que no han nacido en un archipiélago en medio del Atlántico también lo sentimos muchos de los que vivimos aquí. Pensaba en eso mientras esperaba en el aeropuerto a que empezara la presentación de la nueva ruta directa entre Tenerife y Lisboa, que inaugura la compañía Binter este domingo y que nos conectará, en dos horas y de manera regular, con la capital portuguesa. Cómo necesitamos mantener ese cordón umbilical con Europa, nuestro universo cultural, para sentirnos ciudadanos del mundo.

También a mediodía, cuando almorzamos en un restaurante a orillas del Tajo, en Belém. Este barrio lisboeta -muy famoso por los pasteles que llevan el mismo nombre- está alejado del centro, pero como casi todo en la ciudad, está bien comunicado por transporte público. La mejor opción para ir es tomar un tranvía en la estación Cais do Sodré.

En este barrio se encuentra el Monasterio de los Jerónimos, donde reposan los restos de Fernando Pessoa. El escritor no fue un viajero en el sentido actual de la palabra, pero la vida lo obligó a moverse. Con solo siete años tuvo que emigrar a África, después de que su padre muriera y su madre volviera a casarse, pero años más tarde regresó -ya solo- a su ciudad natal. La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos, escribió en su "Libro del desasosiego".

Además de la Torre de Belém -una antigua fortaleza-, este barrio tiene un importante centro cultural que alberga una completa muestra de arte contemporáneo que permite disfrutar de artistas internacionales, como Pablo Picasso, Miró, Duchamp y, al mismo tiempo, emocionarte con una obra del artista canario Óscar Domínguez.

No demasiado lejos está el puente 25 de abril, una de esas estructuras que te dejan impresionada durante un buen rato. Tardó muchos años en convertirse en realidad y su armadura de acero recuerda al icónico puente de San Francisco. Decenas de personas perecieron en esta ingente obra que al principio llevó el nombre del dictador Salazar y que tras la revolución cambió. El puente, que une Almada con Lisboa y se encuentra a 70 metros del suelo, solo se puede cruzar en coche, pero es posible subir en un elevador para disfrutar de las vistas. Si tienes la suerte de que no haya una nube en el horizonte, el paisaje será de postal. Por ejemplo, ayer, a finales de un octubre insólito.

Después de esta visita, todavía queda tarde para recorrer la parte más céntrica de la ciudad. Desde La Baixa, el corazón del centro histórico de Lisboa y meca de los turistas, hasta el Castillo de San Jorge y el típico barrio de Alfama, que se ubican en una de las siete colinas.

La Baixa alberga uno de los principales atractivos turísticos de esta zona: el elevador de Santa Justa, una obra de estilo neogótico del ingeniero Raoul Mesnier de Ponsard. Su estructura de hierro está inspirada en otras construcciones francesas de grandes dimensiones, como la Torre Eiffel. La instalación consta de dos ascensores revestidos de madera que transportan a los viajeros hasta una amplia terraza donde se puede disfrutar de unas buenas vistas del río y de la plaza de Rossio y la del Comercio o el Castillo de San Jorge.

También desde la Baixa se puede acceder a Chiado, una de las zonas más clásicas y señoriales de Lisboa, repleta de cafés, tertulias y librerías. No muy lejos están las calles empedradas de Barrio Alto, donde se concentra gran parte de la vida nocturna de la ciudad y por donde siempre dan ganas de caminar sin un rumbo claro.