"He sido arrestado 26 veces. Fui a juicio en cuatro ocasiones y me condenaron en dos. Lo que hago hoy me lo tomo solo como un negocio. La gente para la que trabajo no vale nada, pero los que mato son aún peores. Tengo ciertas reglas: nada de mujeres ni niños. La mitad del dinero por adelantado y la otra mitad cuando el trabajo esté terminado. No me fío de nadie. Así es como manejo esto".

Imágenes de Sylvester Stallone desde su juventud hasta hoy se suceden mientras la voz en "off" del forzudo reza el credo de Jimmy Bobo, su personaje en "Bullet to the head" ("Una bala en la cabeza"), la última película de Walter Hill. Personalmente tenía interés en ver qué salía de la alquimia entre actor y director.

Interés, que no esperanza. Desde el punto de vista argumental la historia no depara sorpresas. Un policía de raíces coreanas (Taylor Kwon: Sung Kang) se ve obligado a colaborar con un sicario (el citado James Bonomo, alias Jimmy Bobo) para capturar a los asesinos de sus respectivos compañeros en un Nueva Orleans multirracial y corrompido de arriba abajo. Se trata, pues, de una variante de la "cop buddy movie", esto es, la película de colegas policías que Stallone ensayó ya en "Tango y Cash" (dirigida en mala hora por Andrei Konchalovsky) y Hill en las dos entregas de "48 horas" y "Red Heat" ("Danko, calor rojo"), esta última con Arnold Schwarzenegger.

Siguiendo el esquema del género, los dos personajes tienen métodos opuestos, antagonismo que viene acentuado por la personalidad de Bobo, un asesino frío y egoísta, como mandan los cánones, pero "con ciertas reglas".

Debajo hay, además, otro calco, el de la película hongokonesa "Die xue jie tou" ("Una bala en la cabeza", 1990), de John Woo, quien va camino de ser uno de los directores más copiados del moderno cine negro. Nada de ello debería escandalizar. Martin Scorsese bebió en fuentes orientales para su "Departed" ("Infiltrados"), mientras que Walter Hill ha metabolizado todo tipo de influencias desde los inicios de su carrera: Bresson y Melville en "Driver", Peckinpah en "Forajidos y leyenda", Fuller en "La presa", Eastwood en "Cruce de caminos", por no hacer más larga la lista. Ahora le llega el turno a Woo, al que Hill no tiene reparo en citar mediante el famoso lugar común de los protagonistas encañonándose mutuamente.

La película es pródiga en escaramuzas violentas llevadas a cabo por tipos que pasan muchas horas en el gimnasio, generalmente a las órdenes de otros que juegan a hacer dinero en ruletas trucadas. Ya lo dice Marcus Baptiste (Christian Slater), el abogado a sueldo de Mr. Kimono (Adewale Akinnouye-Agbaje), un sonriente sátrapa africano establecido en la tierra de sus descendientes para ser amo y no esclavo: "Esta es una ciudad al mejor postor".

Corrupción policial, especulación urbanística, recalificación de terrenos, tráfico de influencias. Todas estas cuestiones aparecen en la película. Pero Hill no es Lumet ni tiene ganas de hundir el bisturí en estos repelentes manejos; lo suyo es la acción, terreno en el que se defienden sus personajes, ajenos a los discursos. Tanto es así que cuando el asesino del moño (Keegan: Jason Momoa) se enfrenta a Bobo, este le reprocha aburrirle con la referencia histórica al lugar donde van a librar su duelo, una nave abandonada que los bomberos de la ciudad salvaron en 1910. Si Bobo tiene "ciertas reglas" para con los vivos, Keegan tiene "cierta ética" para con los muertos.

No será este filme truculento y previsible el que añada gloria a su director, que treinta años después regresa a Louisiana tras haber atravesado sus infectos pantanos en "Southern Comfort" ("La presa"). Sus logros aún se alojan en segunda mitad de los años 70, época que guarda ese memorable inicio de carrera formado por "El luchador", "Driver" y "The Warriors", al que se puede añadir el guión de "Alien".

Pero tanto Hill como Sly, devorado ya por el botox, saben que de vez en cuando hay que llenar la despensa, abrir una cadena de restaurantes o pasar por el cirujano plástico. Márquese con una equis lo que proceda.

La única ética de los personajes de Walter Hill consiste en salir con vida de las situaciones de peligro. Como es sabido, el director californiano puede filmar las pelea con los ojos cerrados, ya sea la que enfrenta a Jimmy Bobo con un hampón en los baños de la ciudad (y que por momentos retrotrae la de "Promesas del Este"), o el duelo con hachas entre los dos matones (trasunto del combate final con martillos de "Calles de fuego", autohomenaje de Hill, decididamente en su salsa). Este y no otro es el punto fuerte de "Una bala en la cabeza".

Además de sus reglas, el personaje interpretado por Stallone tiene, cómo no, un punto débil. Se trata de una hija fruto de la relación pasajera con una yonqui, la tatuadota (y ocasional cirujana) Lisa Bonomo, encarnada por Sarah Shihai, a la que apetece ver más a lo largo de este violento "thriller".