No corren buenos tiempos. Entre ajustes y recortes por aquí y por allá; la sombra diaria de la prima de riesgo; la ausencia de crédito y las incertidumbres, el horizonte de las actividades productivas se torna cada vez más difuso. En el caso del mal llamado y denostado sector primario el panorama es, acaso, más complejo y así lo reconocen los dirigentes del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Tacoronte-Acentejo, el más antiguo de cuantos hay en las Islas, que desde su condición de gestor y como organismo de control de los vinos de la comarca no ceja en el empeño de darle la vuelta a las cosas y mantener la esperanza de vida de sus agricultores.

Tanto Ismael Díaz, su actual presidente, como Mari Paz Gil, la gerente, se muestran críticos con el retraso en el pago de los fondos del Posei, una cantidad cifrada en unos siete millones de euros de los que un millón correspondería a los viticultores de la comarca, y también cuestionan la competencia desleal que para el subsector vitivinícola representan las explotaciones lideradas por una administración como el Cabildo de Tenerife, por su envergadura y capacidad para sortear las crisis, así como por su penetración en los mercados.

Pero como las viñas, que pese a los inconvenientes y los reveses asoman sus brotes tras la poda, desde el Consejo Regulador se han propuesto luchar por la consecución de una serie de objetivos con los que superar, en la medida de lo posible, los obstáculos que plantea tan difícil situación.

En primer lugar, tanto Ismael Díaz como Mari Paz Gil subrayan la necesidad de paliar el progresivo abandono de las tierras, una circunstancia que se ha venido agravando con el paso de los años y que ha cubierto buena parte del suelo insular con ese tono gris de las tierras improductivas; asimismo, apuestan por profesionalizar las explotaciones y rejuvenecer el campo, atrayendo nueva mano de obra y alejando la mala imagen que acompaña a la práctica agrícola a nivel social y, por último, luchar contra la entrada incontrolada de uva y vino foráneos que suponen, año tras año, un fraude hacia la producción local.

Hay que sembrar futuro.