Aunque pueda resultar paradójico, el Real Casino de Tenerife se convirtió ayer en el escenario de presentación de la "Guía de los Guachinches Parranderos", un compendio fruto de un esfuerzo continuado, habrá quien entenderá que placentero, del que es autor José Alfonso Sacramento Rosa.

El acto fue presentado por la periodista María Domenech, conductora del programa "La Alpispa" de Canarias Radio la Autonómica, y contó también con la presencia de Carmen Bonfante, presidenta de Amate, la Asociación de Mujeres con Cáncer de Mama de Tenerife.

Porque esta guía está alimentada, además de vino y enyesque, por un enorme bocado de solidaridad. Tanto es así que un euro de la venta de cada ejemplar irá destinado a Amate y, además, Sacramento hacía ayer entrega a esta asociación de un timple firmado por Benito Cabrera, que se subastará con el fin de recoger fondos.

El colofón al acto lo pusieron el dúo integrado por Pololo y Margot, en clave acústica y al ritmo del tema "Vivo en un Archipiélago".

La pasión de José Alfonso Sacramento Rosa (Santa Cruz de Tenerife, 1955) por los guachinches llegó en edad bastante temprana, aunque por aquel entonces no bebiera ni una sola gota de vino.

"Con ocho años de edad, de la mano de mi padre, acudía de parranda junto a mi laúd al guachinche de Marcos Zapata", que estaba situado en la parte trasera de lo que hoy es el Pabellón Pancho Camurria, en el barrio santacrucero de Buenos Aires.

"Allí, en un bloque de casas, fue donde comenzó mi aventura con este fantástico mundo", confiesa sin rubor y con un aroma de nostalgia.

"Mi padre ejercía como taxista en Santa Cruz y era un amante de estos lugares y de los bodegones donde, garrafón en mano, acudía a comprar vino", y mientras aguardaba se echaba a la boca algo de enyesque. "Y, aparte del líquido de los envases, también estaba todo el que se llevaba puesto".

Aprovechando que por aquel entonces no existía tanto rigor con los controles de tráfico, "mi padre subía al taxi a muchos cambulloneros de la capital y los llevaba al Puerto de la Cruz y también a La Orotava, a sitios como La Mereja o El Rancho Grande, donde él saboreaba el pulpito y las sardinitas, que eran los platos que más le gustaban". De ahí dice José Sacramento que le viene la tradición. "Mi padre me llevaba también a mí, de vez en cuando, y yo aprovechaba para echar la parrandita".

Estuvo seis años residiendo en la Península y, desde su regreso a la Isla, afirma que "no he dejado de visitar guachinches".

Recuerda cuando una época en la que siendo vecino del municipio de Santa Úrsula jugaba al billar y, tras las partidas sobre el tapete verde, el grupo de jugadores se encaminaba a estos populares locales "a celebrar la victoria o la derrota", que cualquier resultado valía como excusa.

"Y gracias a eso fui conociendo un lugar tras otro".

Esta publicación la concibe, sobre todo, como "un proyecto personal que me he empeñado en sacar adelante. Es la forma de ensalzar el trabajo que vienen desarrollando desde décadas nuestra gente del campo, que mantiene viva esta tradición del vino artesanal y de la gastronomía canaria".

Por 2011, le prometió a su padre que iba a recoger en un libro aquellos guachinches que formaban parte de sus vidas. Tras el fallecimiento de su progenitor, un año después, la idea se convirtió en obligación y en un homenaje póstumo.

Ahora ve plasmado el resultado final a siete años de concienzuda recopilación y trabajo constante.

"Es el cuarto libro que escribo, pero el primero que ve la luz", subraya este autor. "Los proyectos anteriores acabaron en la papelera de reciclaje, porque cada vez que iba a alumbrarlos sobrevenía algún acontecimiento que aconsejaba pararlo". Este fue el caso, por ejemplo, de la promulgación del decreto de regulación de los guachinches, aparecido en agosto de 2013, normativa a partir de la cual empezaron a darse de alta estos establecimientos, pero la coyuntura era muy cambiante.

"Los que están, bienvenidos sean, y los que no, tiempo han tenido", comenta con humor José Sacramento, si bien a nadie se le escapa que ya habrá tiempo por delante para una nueva edición, revisada y ampliada, claro.

En cuanto a la picaresca y el fraude que envuelven este sector, Sacramento reconoce que posee un fichero con alrededor de unos doscientos restaurantes que han abierto sus puertas en los últimos tiempos, dándose de alta en Hacienda como tales, pero que en su cartelería se presentan como guachinches, con el propósito de subirse al carro de la popularidad y la moda".

Y si bien admite que "cada uno es dueño de buscarse la vida como quiera", no olvida que algunos propietarios de los restaurantes acusaban a los guachinches de deslealtad y una vez que se estableció el decreto y se puso en marcha una medida de regulación, ahora son los restaurantes los que recurren a la publicidad engañosa.

La publicación que ahora presenta contiene aquellos guachinches legalmente inscritos en el registro del Cabildo de Tenerife y se refiere a los locales que lucen el letrero con la "V" mayúscula que los identifica.

Hay alguno que, por una u otra razón, se ha reconvertido en bodegón o restaurante, pero queda bien aclarado en la introducción. Pude ser que alguno se haya dado de baja o bien desaparecido.

José Sacramento explica que su padre repetía el siguiente dicho: "Un bodeguero que tiene buen vino, no tiene mala uva". Y si a eso suma una buena parranda, el éxito está asegurado.

Cuando se aventuró con el proyecto del blog recurrió a dos palabras que entendía sintetizaban el espíritu de estos locales: guachinches y parrandas. A día de hoy ya suma unas 810.000 visitas, lo que da idea del interés que despiertan estos locales, auténticas señas de identidad.