El presidente filipino, Benigno Aquino, de quien casi siempre se habla por su cargo, está ahora en el candelero a raíz de la compra de un flamante Porsche, lo que unido a devaneos amorosos ha trastocado esa imagen de sencillez que algunos vieron en él cuando fue elegido.

Aquino, de 50 años, anunció la semana pasada la venta de su viejo BMW y que había gastado unos 4,5 millones de pesos (101.170 dólares) en la adquisición de ese automóvil alemán del modelo 911 Turbo para satisfacer su pasión por la velocidad.

El revuelo no se ha producido porque al jefe de Estado le gusten los coches potentes y que corran en un país sin apenas carreteras y normas de tráfico que prohíben rebasar el límite de 120 kilómetros por horas, sino porque dicen que le da un aire distinto.

Pese a que casi nadie duda de que haya empleado su propio dinero, los críticos le reprochan que borre de un plumazo la imagen austera que pretende dar de su Gobierno, y le echan en cara su falta de sensibilidad hacia los más pobres, que son casi el 25 por ciento de los 93 millones de filipinos.

Los grupos de izquierda, que el pasado fin de semana comenzaron a protestar en las calles de Manila en contra de esta compra que califican de "extravagante", sostienen que es un insulto a la gente que se ve en mayores aprietos para llegar a final de mes desde que subió el precio del transporte público y el de los alimentos básicos.

"Este tipo de acciones del presidente son repulsivas dado lo mal que lo están pasando muchos filipinos", declaró la presidenta del sindicato Kilusang Mayo Uno, Nenita González.

Por su parte, el líder del partido Kabataan (Juventud), Raymond Palatino, tildó al mandatario de persona con una "absoluta falta de sensibilidad" y subrayó que "su gusto ostentoso es una molesta manera de recordarnos la gran disparidad entre ricos y pobres".

La polémica compra de este coche se ha sumado a la controversia que se ha creado después de que a Aquino se le atribuyeran una serie de breves romances tras romper relaciones con su última novia formal, la política municipal Shalani Soledad.

El presidente rompió con Soledad a las pocas semanas de asumir el poder en junio y, desde entonces, es raro el programa televisivo del corazón que no mencione presuntos idilios de este "soltero de oro" con varias mujeres, entre ellas Liz Uy, una famosa estilista filipina.

Para unos se trata de un Benigno Aquino muy distinto al que ganó las elecciones del año pasado con apariencia de persona discreta y reacia al circo mediático en el que se mueve con desenvoltura su hermana Kris, popular presentadora de televisión y actriz.

Por entonces senador, Aquino quiso dar la impresión de que era la antítesis de su antecesora, Gloria Macapagal Arroyo, de quien criticaron su tendencia ostentosa.

Aquino, miembro de una de las familias más adineradas del país, no era un galán que captara la atención de la prensa filipina, quizá por ese aspecto de persona taciturna, hasta que aupado por la fama de sus padres, Ninoy y Cory, accedió a la presidencia del país.

Aquino salió al paso de las críticas por la compra del deportivo, alegando que este es de "tercera mano" y que en ningún modo afectará a su campaña a favor de la austeridad y lucha contra la enquistada corrupción.

El mandatario filipino afirmó que "a nadie le debería importar si algunas veces me doy un capricho después de todos los problemas que tengo que solucionar".

"No hay nada malo en que, mientras pueda, conduzca este tipo de coches y no me limite a manejarlos en los videojuegos", señaló.

Al paso de la críticas, también ha salido la portavoz del jefe de Estado, Abigaíl Valte, quien lamenta la "injusticia" de que los coches de lujo de la expresidenta Arroyo nunca fueran motivo de controversia.

Al margen de los ataques puramente políticos, otros filipinos dicen que el deportivo alivia al presidente de una supuesta crisis personal.

"Puede canalizar su energía sexual en compañía de su coche. Si uno es el presidente y no tiene una novia con la que compartir su vida, puede comprarse un coche sexy", dijo en tono jocoso la senadora Miriam Santiago.