El enérgico pitido del padre Ramón (la madre guapa) o del Antonino, llamando a formar filas para entrar al edificio, nos pillaba casi siempre entretenidos en el primer tramo de la escalera que ascendía al colegio. De modo que dábamos un respingo y acudíamos medio asfixiados a la disciplinada formación, repartida por cursos, para entrar directamente a la capilla, como espectadores obligados, a la celebración de la misa diaria, complementada con el rezo del rosario por la tarde y la consiguiente letanía. l resto del tiempo discurría entre clases y más clases, con algún paréntesis para el recreo en el campo de fútbol pequeño, porque el grande se había derrumbado años antes.

Así discurría nuestra etapa de aspirantes a bachilleres en el castillo del Quisisana; primero hogar del hacendado judío de origen ruso Henry Wolfson Ossipoff, que lo construyó con planos de Mariano stanga para su esposa inglesa, Jane Mariner Brown, y luego, tras su fallecimiento en 1891, reconvertido en 1904 por su viudo en el hotel Quisisana -traducción al italiano de la expresión "aquí se sana"-.

Años después, fracasado el negocio hotelero por la crisis de las sucesivas guerras mundiales y nuestra posterior Guerra Civil, pasaría a manos de la Junta Insular de Turismo, dependiente de nuestro Cabildo. Cedido finalmente en 1940 a la Orden scolapia, materializó la formación de innumerables generaciones tinerfeñas hasta nuestros días, salvo un paréntesis intermedio, en el que una cooperativa civil lo estuvo administrando hasta la vuelta de la orden religiosa.

Dicho de este modo, resultaría imposible condensar recuerdos de tantos alumnos que han pasado, y siguen pasando, por sus aulas. Personalmente, me quedo con la década de los cincuenta y aquel elenco de religiosos como los citados al comienzo, y otros muchos que, sin ánimo irreverente, citaré por problemas de espacio por sus populares motes: "Fonil", "Cámara", "Loco", "Célula", "Corripio", "Rostro Pálido", "Chancleta", "Bombilla", "Pescadito", etc. ; o los seglares "Culo Pollo", "Tomate", "Calandra" y muchos más, que no abundaré por no agrandar la lista.

n la fotografía publicada hace unos días en esta sección he identificado nombres de condiscípulos de una misma época, aunque sus rostros, en algunos casos, ya no me son reconocibles si por azar me los cruzo por la calle. Por fortuna, otros muchos los suelo ver en ocasiones en algún acto público en el que compartimos aficiones comunes, con excepción del fútbol, del que soy absolutamente ajeno.

s por tanto un acontecimiento anual dicha asamblea general, a celebrar en el Club Náutico el próximo 5 de abril, con conferencia y posterior almuerzo en el que los alumnos de muchas generaciones desempolvarán su personal anecdotario estudiantil entre sonrisas nostálgicas y con la satisfacción de estar presentes para volverlo a evocar, porque las ausencias vitales van siempre asociadas al imparable transcurso del calendario.

Llegado a este punto, dadas las circunstancias políticas, económicas y sociales por las que atravesamos, sugiero promover un foro de opinión que no se ciña exclusivamente a superar cada año la lista de supervivencia, sino que habría que abogar por el futuro de nuestra tierra involucrándonos con un lenguaje común, pese a las diferencias ideológicas, ante los que ejercen los poderes ejecutivo, legislativo y judicial de Canarias. Pues no debemos olvidar que de las aulas escolapias han salido numerosos nombres influyentes en el devenir de estas islas, muchas veces abandonadas a su suerte, que pelean en solitario por recuperar su auténtica identidad ante el mundo. Queda aquí la idea para materializar, o tal vez para sepultar en el baúl de las utopías.

Concluyo con otro tema ajeno, apoyando la solicitud de la Medalla de Oro de Tenerife para Ricardo Melchior Navarro, por su excelente labor de muchos años al frente del órgano administrativo de la Isla. Tampoco olvido adherirme a la candidatura para el próximo Premio Canarias del escultor y poeta Fernando Garcíarramosy Fernández del Castillo. Los homenajes mejor disfrutarlos en vida que a título póstumo.

jcvmonteverde@hotmail.com