Al menos 84 muertos y 52 heridos en estado muy crítico es el balance que hizo ayer el presidente francés, François Hollande, del gran atentado –calificado de matanza– llevado a cabo en la noche del jueves en Niza por el tunecino de 31 años Mohamed Lahouaiej Bouhlel, que arremetió con un gran camión contra la multitud que participaba en la fiesta nacional gala conmemorativa de la Revolución Francesa en el Paseo de los Ingleses.
“Aunque el atentado todavía no se ha reivindicado, este tipo de acciones se corresponden muy exactamente a las permanentes llamadas a matar” de los grupos yihadistas, indicó el fiscal antiterrorista, François Molins, en una comparecencia ante los medios en Niza, en el sureste de Francia.
Boulhel, conductor y repartidor, estaba fichado por delitos comunes de violencia, incluso había sido condenado en marzo a seis meses de cárcel exentos de cumplimiento por agresión violenta, pero no figuraba en ninguno de los ficheros de radicales islámicos.
El camión estuvo tres días aparcado en una zona del este de la ciudad hasta que el autor de la masacre acudió en solitario a las 21.34 (23.34 GMT) en bicicleta a recogerlo. Se dirigió con él al centro de la ciudad hasta que irrumpió sobre las 22:45 horas en el Paseo de los Ingleses, abarrotado de gente que había acudido a presenciar los tradicionales fuegos artificiales de la fiesta nacional francesa. Se saltó la valla de seguridad y aceleró para llevarse por delante a cuantos viandantes encontró. A lo largo de dos kilómetros, entre los números 11 y el 147 del paseo marítimo, atropelló a numerosas personas, hasta que a la altura del lujoso hotel Negresco tres policías comenzaron a dispararle. Aún avanzó unos metros más hasta que fue abatido frente al Palacio del Mediterráneo. En la cabina del camión se encontraron una pistola automática del calibre 7,65 milímetros, un cargador, cartuchos de ese calibre gastados y no gastados, una segunda pistola automática falsa, dos réplicas de fusiles de asalto kalashnikov y M16 y una granada desactivada.
El autor del atentado fue tiñendo de rojo el paseo y dejando a su paso un reguero de cuerpos destrozados, entre ellos varios niños. Para causar el mayor número de muertos posible, fue dando volantazos. Los testigos hablan de cómo los cuerpos volaban por los aires.
Hollande destacó que muchos heridos soportarán traumatismos el resto de sus vidas. Por ello añadió que “Francia toda entera debe compartir esta emoción y solidaridad con las víctimas”.