El presidente de Camerún, Paul Biya, de 85 años, de ellos 35 en el poder, busca la reelección en los comicios de mañana, domingo, con la promesa de contestar las "llamadas urgentes" de sus compatriotas y un deseo insaciable por perpetuarse en el cargo.

A Biya, considerado uno de los hombres más ricos de su país, tan solo le supera el presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang, como el dirigente de África que más tiempo lleva en una jefatura de Estado, con casi cuatro décadas de férrea dictadura.

El mandatario camerunés confía en ser reelegido por séptima vez en un contexto sin precedentes, con la juventud cada vez más descontenta y activa en las redes sociales; y el telón de fondo de la crisis de los grupos separatistas de las regiones anglófonas.

El 60 % de los cameruneses tienen menos de 25 años, y ni siquiera habían nacido cuando el gobernante ocupó la Presidencia en 1982, fecha a partir de la que monopolizó todo el aparato estatal a través del partido único Unión Nacional Camerunesa (UNC), renombrado en 1985 como Reagrupación Democrática del Pueblo Camerunés (RDPC).

En la década de los 90, acorralado ante una fuerte recesión económica y haciendo honor a su apodo de "presidente ausente" -tanto por los largos periodos de tiempo que pasa fuera de Camerún como por su manera sumisa de gobernar-, Biya solicitó ayuda internacional y aplicó las medidas del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Los recortes en educación y sanidad, la reducción de salarios y la corrupción desenfrenada provocaron entonces las primeras huelgas y manifestaciones contra el Gobierno, que pese a ser reprimidas de forma violenta, sembraron la semilla del multipartidismo y de una tímida reforma democrática.

Pese al descontento popular, Biya mantuvo su paso triunfal en las elecciones y reformó la Constitución para poder ser reelegido sin límite, mientras organismos internacionales le acusaban de cometer irregularidades y fraude.

Camerún sigue siendo uno de los países más corruptos del mundo, ya que el último informe de la ONG Transparencia Internacional lo sitúa en el puesto 153 de 180 analizados en 2017, por detrás de otras naciones africanas como Kenia, Nigeria o Tanzania.

Considerado por sus colaboradores como "imprevisible, prudente y atento", Biya se enfrenta en estos nuevos comicios a un Camerún diferente, con ocho adversarios políticos, seis de los cuales se presentan por primera vez.

Entre ellos destaca Joshua Osih, de 49 años, y quien sustituyó este año al histórico fundador John Fru Ndi, de 76 años, como líder del principal partido opositor, el Frente Democrático Social (SDF), que cuenta con 18 diputados en la Asamblea Nacional.

También compite en la carrera presidencial el abogado Akére Muna, de 65 años, y cuyo pilar central es la lucha contra la corrupción, gracias a su experiencia como ex vicepresidente de Transparencia Internacional.

"La corrupción es como un cáncer, alcanza todos los órganos: golpea la justicia, la sanidad, la educación y, tristemente, quienes más sufren un sistema corrupto son los más pobres", dijo Muna en una entrevista al diario británico The Guardian en mayo.

Sobresale igualmente el llamado "Macron de Camerún", Cabral Libi, de 38 años, cuya popularidad en las redes sociales y dominio de la oratoria le convierten en un candidato serio al Palacio de Etoudi, residencia oficial del presidente.

Frente a sus rivales, la popularidad de Biya en materia de seguridad y unidad nacional se ha visto mermada considerablemente, dada la negativa del Estado a negociar con la minoría anglófona separatista, localizada en el suroeste y el noroeste del país.

Ese conflicto, que emana del pasado colonial francés y británico del país, empezó en 2016 pero desde finales de 2017 se ha recrudecido con el surgir de grupos separatistas armados, como las Fuerzas de Defensa de la Ambazonia, y la represión del Ejército.

Sin ninguna intención de hacer concesiones a los separatistas, el octogenario mandatario ha respondido con el arresto de los líderes del movimiento, lo que ha provocado sonoras quejas de la oposición y una radicalización de los independentistas.

"Combatiremos contra aquellos que han tomado las armas contra su país. Camerún permanecerá unido", advirtió Biya hace una semana ante miles de personas en su primer mitin de la campaña electoral.

Además de la creciente violencia interna, un contexto de paro galopante, con una tasa de desempleo juvenil que excede el 70 %, una economía resentida y una corrupción endémica pueden, en esta ocasión, dificultar que Biya se perpetúe en un Camerún hastiado.