Nancy Pelosi perdió hace ocho años el mazo de la Cámara de Representantes de EE.UU., pero no ha dejado que nadie le quite el título de la mujer más poderosa de Washington, y ahora aspira a recuperar el cargo con el que hizo historia para guiar a un Partido Demócrata todavía en crisis existencial.

Aunque los demócratas aún tienen que elegir a su líder en la Cámara Baja, la victoria del partido en las elecciones legislativas de hoy allana el camino para que Pelosi se convierta en el principal rostro de la oposición al presidente Donald Trump.

A sus 78 años, Pelosi es una de las políticas más polémicas de EE.UU.: los republicanos la valoran menos que al líder norcoreano, Kim Jong-un, según una encuesta de junio, y durante esta campaña han emitido más anuncios en su contra que los progresistas sobre Trump.

Mientras, muchos demócratas la consideran la viva encarnación del aparato del partido, una adalid de la vieja guardia que dificulta la regeneración ideológica y generacional de los progresistas.

Pero la congresista por California está decidida a reconquistar el puesto con el que hizo historia en 2007, cuando se convirtió en la primera mujer estadounidense en presidir la Cámara Baja y, como consecuencia, la tercera persona en la línea de sucesión presidencial, por detrás del vicepresidente.

"Yo sé cómo hacer ese trabajo", fue el sencillo argumento que esgrimió Pelosi en una entrevista este lunes con el diario The Washington Post.

En un partido que aún busca su rumbo tras la derrota de 2016, a Pelosi no le han surgido rivales serios, y quienes la conocen atribuyen ese triunfo a su "increíble tenacidad", sumada a la férrea disciplina que ha sabido imprimir entre sus filas.

"Preferiría mascar cristales que perder un voto" demócrata, aseguró sobre ella Phil Schiliro, que fue director legislativo de la Casa Blanca entre 2009 y 2011, a la revista Rolling Stone.

Pelosi es, además, una máquina de recaudación para los demócratas: ha reunido más de 700 millones de dólares ( unos 612 millones de euros) en donaciones a su partido en los últimos dieciséis años.

La multimillonaria legisladora preveía haberse retirado si Hillary Clinton hubiera ganado las elecciones de 2016, pero tras la victoria de Trump decidió seguir en el cargo al menos hasta 2021.

"Siento una responsabilidad muy fuerte de seguir en este puesto al menos durante los próximos dos años, mientras él (Trump) sea presidente", dijo en una reciente entrevista con Los Angeles Times.

Pero a Pelosi le gusta definirse como "un puente" hacia la nueva generación, y ha asegurado que, si preside la Cámara Baja, lo haría como "figura de transición".

"Tengo cosas que hacer. Libros que escribir, lugares que visitar y nietos a los que querer", dijo al diario Los Angeles Times.

Acostumbrada a que los medios comenten sobre sus trajes caros, su sonrisa recauchutada y sus tacones de aguja, Pelosi sospecha que algunos de los ataques más virulentos en su contra tienen un matiz machista, pero evita regodearse en ello.

"Ser mujer es una espada de doble filo. Sí, hay misoginia. Pero tienes una ventaja enorme: el apoyo de otras mujeres", opinó la congresista en una reciente charla en la Universidad de Harvard.

Nacida en 1940 en Baltimore (Maryland), de donde su padre fue alcalde, Pelosi se crió en una familia acomodada de raíces italianas y de larga tradición política.

Desde pequeña tuvo clara su pasión por lo público, pero no dio el salto a la política nacional hasta los 47 años, cuando el más joven de sus cinco hijos acabó la educación secundaria. Fue entonces cuando ganó un escaño por la Cámara de Representantes por San Francisco, donde vivía junto a su marido, el inversor Paul Pelosi.

Tras el descalabro demócrata en los comicios de 2002, Pelosi tomó las riendas del partido, y desde entonces no las ha soltado.

Su llegada al liderazgo se interpretó como un viraje hacia la izquierda, pero ahora se la considera una figura centrista, opuesta a las propuestas de sanidad pública universal y reticente a dar pábulo a quienes piden un juicio político de Trump.

El mayor logro legislativo de Pelosi fue la reforma sanitaria de 2010, aprobada cuando ella era aún presidenta de la Cámara Baja, y está decidida a defenderla incluso como octogenaria, con la ayuda del helado de chocolate negro que desayuna todas las mañanas.