Cuando se recalca eso de que Tenerife es un crisol de microclimas, aparte de muchas otras cosas, hay gente aún (sobre todo turistas) que no lo entienden o ni siquiera creen. Sin embargo, la LXX romería de San Benito se convirtió ayer en una evidencia casi científica de ese axioma, lo que multiplicó el uso de sombreros, pañuelos y hasta sombrillas para protegerse de la lluvia, aparte de carretas que recreaban este objeto. El sol mañanero y del mediodía del Norte y de la comarca sureña contrastó como nunca con un fino y persistente goteo que acompañó al santo desde el barrio y ermita que llevan su nombre al itinerario por céntricas calles (repitiendo el menor recorrido de 2016) hasta la vuelta a San Benito.

Pareció como que el santo quería refrescarse de los calores de julio porque, desde su puntual salida a las 13:00 a su vuelta a su templo, las gotas recorrieron su tallado cuerpo sin que, por ello, el paseo se suspendiera o sufriera retrasos. Es más, justo cuando volvió a su ermita, una hora y media después, la lluvia paró en esa zona, pero no un poco más abajo, en La Concepción, donde se concentra la verdadera fiesta de esta cita anual.

Los microclimas fueron combinando lluvia, sol tenue, aclarados que calentaron por momentos la tarde y un viento que, a ratos, se reivindicó. Antes, y como ocurre en romerías como la de Tegueste, la comitiva la abrieron los sones herreños junto a tres rebaños de cabras y ovejas. Detrás, San Benito con sus mejores galas seguido de las autoridades eclesiásticas y el vicepresidente del Cabildo, Aurelio Abreu, que no se pierde una cita festiva. Curiosamente, el alcalde iba un poco más atrás con una activa parranda y, desde aquí, numerosos barcos (más que otros años), carros (muchos inspirados en la recogida de paja) y carretas que, si bien oficialmente sumaron 47, eran un poco más. Eso sí, y aunque menos que otros años, a las muy elaboradas del principio, todas acompañadas de parrandas (sorprende siempre el alto número de las compuestas por personas mayores o ya entraditas), le siguieron otras mucho más desangeladas, sin acompañamiento musical ni de romeros y que, más allá de coyunturas climáticas que pueden explicar la menor presencia de participantes y público, debería seguir haciendo reflexionar sobre cómo reimpulsar esta romería.

Aun así, la policía local calculó la presencia de unas 10.000 personas que, como siempre y en parte, intensificaron la fiesta en las cantinas de La Concepción y en numerosas casas particulares.