Una de las mejores obras de la Catedral de La Laguna está de aniversario. Barroco y construido en mármol de Carrara por Pasquale Bocciardo, el púlpito de este templo cumple 250 años (1767-2017). Es una tribuna con tanta historia como elogios por parte de especialistas, compuesta por un ángel a modo de soporte y la representación de los cuatro evangelistas.

"Este púlpito es quizá la mejor obra de escultura en mármol de cuantas se pueden ver en Tenerife", llega a decir de ella Alejandro Cioranescu en "La Laguna: guía histórica y monumental". Sus orígenes se remontan a unos años antes de llegar a la Isla. "El donante, Andrés José Jaime, envía, en agosto de 1763, un informe con indicaciones muy precisas sobre la pieza: Sus medidas desde el suelo al fin de la caxa a de tener diez y ocho a diez y nuebe palmos de los nuestros, que hazen quatro y tres quartas varas españolas (sic). Junto con la carta iba también un dibujo, pero ni la una ni el otro llegaron al destinatario, José Domingo Cavasola, apoderado de Jaime, quien gestionó en Génova la ejecución del púlpito", recoge el libro "Arte, religión y sociedad en Canarias: la Catedral de La Laguna", de Alberto Darias Príncipe y Teresa Purriños.

Aquello no fue óbice, sin embargo, para que se acabasen cumpliendo los deseos del promotor, sobre todo en lo que a las características de los ángeles y de los evangelistas se refiere. "Hernández Perera indica, con muy buen criterio, que el diseño perdido y la propia idea de la escultura podrían ser obra de José Rodríguez de la Oliva, polifacético artista que había realizado diseños en anteriores ocasiones", puede leerse más adelante en el trabajo de Darias Príncipe y Purriños. Tras algunos avatares, la pieza acabó siendo embarcada en julio de 1767, mientras que se le adosaría años después, con un precio de 1.980 reales, la escalera que la acompaña.

El resultado final es una joya que ahora cumple un cuarto de milenio y que el historiador de origen rumano Cioanescu la alababa así: "Su concepción de conjunto, y su perfil, que recuerda al de una copa ricamente labrada, su ritmo ascendente, el hermoso movimiento barroco, pero sin exageración alguna, del ángel que sirve de soporte y cuya postura traduce con acierto la idea de esfuerzo que ignora la pena (...)".