La presión de las ONG a los viandantes en el casco lagunero llegó a ser intensa. No hace mucho de aquello. La calle de La Carrera a su paso por la Catedral y en su confluencia con Antonio Zerolo se convirtió, incluso, en dos puntos a evitar para algunos vecinos. Sin embargo, el problema se ha reducido sustancialmente en el último año. ¿Qué ocurrió para un cambio tan significativo?, ¿por qué los captadores han bajado la "intensidad"? La explicación se encuentra en unas acciones que puso en marcha el área de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento de La Laguna.

Según explica el concejal del ramo, Jonathan Domínguez, primero se procedió a la regulación en la ordenanza de convivencia -aunque siguió habiendo problemas- y posteriormente, ya en octubre y noviembre de 2017, se puso en marcha una campaña, que es la que ha motivado el descenso posterior. "Hace casi un año que no recibimos ninguna denuncia por acoso por parte de los captadores de socios", precisa el edil nacionalista, lo que contrasta con la situación previa.

"Se ha regulado, tienen que pedir autorización para poderse colocar y se les indica a través del área de Fiestas, que es la responsable de esas autorizaciones, los horarios y los lugares en los que se pueden ubicar, que están determinados", puntualiza Domínguez. "También hay un código ético de conducta por parte de ellos, que ha sido propuesto por los propios captadores, donde ellos se comprometen a no insistir, acosar y molestar al transeúnte", añade. Y, si no cumplen, entra en juego la Policía Local y sus apercibimientos.

"Nosotros tuvimos una campaña muy potente en octubre y noviembre de 2017, pidiendo documentación e insistiéndoles a los encuestadores que no podían tener esa actitud tan agresiva con el viandante, mientras que después se les informó de que tenían que pedir autorización para poderse poner en La Laguna", detalló el concejal.

Durante algún tiempo, esta problemática generó críticas vecinales y, de una forma particular, del presidente de la asociación Casco Histórico, Pablo Reyes, que lamentaba en su día que los captadores "camparan" por las esquinas "sin control". Vino después un procedimiento que, a grandes rasgos, es como al que se enfrentan los músicos callejeros: solicitud, autorización y, en caso de molestar, apercibimientos. O en otras palabras, cerco al asedio. El resultado: una mejor convivencia ciudadana.