Mariano Rajoy tiene fama de previsible. Él mismo hace gala de ello, pero eso no ha sido óbice para que durante semanas haya provocado una catarata de informaciones sobre posibles cambios en el Gobierno y sobre el momento que elegiría para llevarlos a cabo.

Nadie apostaba por que lo haría una noche de jueves, tan sólo horas antes de un Consejo de Ministros y desde Bruselas.

La entrada de posibles nuevas caras en el Ejecutivo como María Dolores de Cospedal, el cambio en las atribuciones que podrían tener algunos miembros del actual Gabinete como Soraya Sáenz de Santamaría o Alfonso Alonso, y la salida de determinados ministros han devorado paginas y tiempos en radios y televisiones.

Consciente de la bola de nieve que se estaba formando, el presidente del Gobierno pidió días atrás rebajar las expectativas, precisó que los cambios principales los haría en la estructura del PP y no en el Ejecutivo y ya esta misma semana garantizó que no llevaría a cabo "lo que se entiende" por una crisis de Gobierno.

La duda era qué entendía Rajoy por una crisis (¿más de uno?) y si finalmente haría algún cambio o no.

En lo que sí se ha acertado en los medios de comunicación es en el nombre de José Ignacio Wert como ministro saliente, pero él mismo había dado muchas pistas para que la apuesta fuera (casi) sobre seguro.

Incluso algún consejero autonómico llegó a desvelar que Wert no seguiría en el cargo y se conocía su interés por hacerse con el puesto de embajador español ante la OCDE, con sede en París.

Wert deja el Ministerio pero lo que no está claro es si finalmente se hará con ese puesto en la capital francesa. Hoy el Gobierno no ha confirmado si será el representante de España ante ese organismo.

Otra incógnita que queda ahora por despejar es quién sustituirá al nuevo ministro, Íñigo Méndez de Vigo, un experto en temas comunitarios, al frente de la Secretaría de Estado de Asuntos Europeos, que hasta ahora ocupaba.

Con su llegada al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Rajoy cierra el equipo con el que, tanto en el Gobierno como en el PP, tendrá que afrontar el difícil reto de las elecciones generales.

Tras los comicios municipales y autonómicos del 24 de mayo aseguró que no tenía previsto hacer cambios, pero poco después rectificó y avanzó que los llevaría a cabo en el Ejecutivo y en el partido para responder a las demandas de los ciudadanos y mejorar la comunicación con los ciudadanos.

Algunos diputados que se jactan de conocer bien al presidente han llegado a asegurar que Rajoy afrontaría esas modificaciones sin demasiada convicción y dudaban de que se fuera a hacer realidad la aseveración del secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón, de que los cambios serían profundos, no cosméticos (lo que provocó una queja de la Asociación de Perfumería) ni simplemente "de chapa y pintura".

Las interpretaciones sobre si acertó o no en ese augurio son bien distintas.

En el PP acometió un relevo en dos vicesecretarías y creó otras dos, con el claro objetivo de rejuvenecer caras y mensajes, y en el Gobierno, finalmente, el cambio se ha limitado a Wert después de que Rajoy haya repetido en las últimas semanas que lo que funciona no hay que cambiarlo.

Algún cambio de cara pero ningún cambio en las políticas. Rajoy está convencido de que son las que pueden seguir garantizando la recuperación. Resta por saber si también la de su propio partido en unas elecciones que parece que sí responderán a la condición de previsible de la que se enorgullece el presidente. Los comicios, gusta decir, serán cuando tocan.