A LAS 9:45 ATRAVESAMOS con el coche, y con cierta calma, la calle o avenida Hermanos Fernández Perdigón (encima de la parada de guaguas), recorrimos la calle Cupido y la de Valois (cerca del hotel Belair), y abordamos la calle Zamora, que continúa en la de Santo Domingo (el edificio del ayuntamiento). A las 9:57 bordeamos la plaza del Charco y una cola de vehículos nos detuvo en la calle Mequinez (la Ranilla). En ese punto estuvimos paralizados una media hora; a las 10:30 nos incorporamos a la avenida José del Campo Llanera (cerca del Peñón y de la Policía Nacional), muy pausadamente.

El relato anterior no aconteció un domingo o un sábado, o durante un gran evento en el Puerto de la Cruz, o a la entrada o salida del colegio o del trabajo. Simplemente, sucedió un lunes normal de octubre de 2009. Si bien es verdad la existencia de obras interminables tanto en la avenida Blas Pérez González (calle del Mercado Municipal) como en la avenida Melchor Luz (pabellón Miguel Ángel Molina), ello no puede ser la justificación de tanto desorden. Las autoridades municipales del Puerto de la Cruz deberían seriamente sentarse y redactar un plan del tráfico rodado en la ciudad, ya que cualquier circunstancia convierte al tráfico de la misma en una ratonera.

Además, existen otros elementos arquitectónicos que impiden un desenvolvimiento eficaz de la circulación en la ciudad. Pongamos un simple ejemplo. La actual explanada del Parque Marítimo del Puerto de la Cruz padece un problema grave de entrada de vehículos a la altura del Peñón. En ese punto no caben dos coches juntos, y se convierte en un cuello de botella que colapsa generalmente el tráfico. Recordemos que la mayoría de los trabajadores en el Puerto de la Cruz dejan sus coches en el Parque Marítimo. Los distintos mandatarios no han querido o no han podido solucionar este problema; y la cuestión es más bien simple. Habría que ensanchar este cuello de botella, y la alternativa, en principio, más viable sería crear un acuerdo urbanístico con los propietarios de las viviendas afectadas. Y con ello, tanto los propietarios de las viviendas como la propia ciudad mejorarían su calidad de vida.

Hay otro punto que, generalmente, sobre todo los días de fiestas o domingos, colapsa la avenida Francisco Afonso Carrillo (la avenida que sale de Punta Brava); el stop a la altura del puente de Playa Jardín para ir a la calle Luis Lavaggi (el Castillo San Felipe). Un semáforo que funcionara al menos los días de tráfico intenso aligeraría el tráfico rodado. Aunque lo ideal sería que a la altura del stop hubiere o hubiese dos niveles de circulación, para que los coches no tuvieran que hacer cola. Pero esto ya es ciencia-ficción en el Puerto de la Cruz.

No podemos olvidar la variante Toscal-Longuera, donde se trabaja un día sí y otro también. Pareciera como si los trabajadores de la obra sólo vinieran algunos días a dicha variante; porque, a veces, se contempla a una ingente cantidad de máquinas, camiones, y trabajadores; y otras la obra se halla semidesierta. En cualquier caso, es competencia del promotor de la obra y de las administraciones públicas (Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, Ayuntamiento de Los Realejos y el Cabildo de Tenerife) velar por que se cumplan con los plazos estipulados; y con ello estarían cumpliendo con sus responsabilidades jurídicas, administrativas y políticas.

En este caso, la no terminación del tramo de la carretera del Burgado hasta Punta Brava está causando un daño diario y continuo a la circulación actual del municipio del Puerto de la Cruz.

* Secretario de la Asociación Wolfgang Köhler