Resulta inadmisible que, desde dentro, se desprestigie el esfuerzo de tantos y tantos agricultores y bodegueros

Me he decidido a escribir estas líneas pues creo, en conciencia, que me asiste el deber de evocar en el recuerdo a tantos agricultores y bodegueros que a lo largo de muchos años han trabajado con el firme convencimiento de que nuestros vinos merecen estar en el alto podio de la dignidad.

Debo remontarme a los años 70 del pasado siglo, cuando era alcalde de mi municipio, Tacoronte, don Graciano Álvarez Dorta. Tuve el honor de forma parte de aquella corporación y asumir la organización en plenas Fiestas del Cristo de un concurso de vinos. Vivíamos entonces en plena crisis de la viticultura, que se había iniciado en los años 40. Se percibía la pérdida del tradicional mercado de nuestros vinos: La Laguna y Santa Cruz. Las bodegas, bares, casas de comida... dejaron de comprar nuestros caldos y ante tal despropósito el bodeguero perdió el interés por cuidar la calidad. En las primeras décadas del pasado siglo nuestros vinos estaban muy acreditados, pero con la guerra y la hambruna que padecimos en aquel tiempo el prestigio ganado fue quedando en el olvido. Los cosecheros no podían competir con los vinos de importación, no vendían sus caldos. Se optaba por importar vino peninsular y se multiplicaban las mezclas. De nada valían los logros alcanzados, entre ellos las medallas cosechadas en París por los vinos del tacorontero Antonio Fariña. Un primo suyo, José Fariña Álvarez, hermano del célebre pintor Álvaro Fariña, montó en la década de los 40 la Bodega Isamar, dedicada a sus hijas Isabel y Margarita, que tuvo un punto de distribución en la plaza Weyler de Santa Cruz.

El concurso que organizamos con un puñado de cosecheros, contó con el apoyo muy entusiástico de la Peña Teide, con su presidente, el procurador de los tribunales Hildebrando Padrón Rey, columnista habitual de EL DÍA, y de Adolfo Medina, un recordado empresario de esta comarca. Todos conocíamos la difícil situación por la que pasaban muchos agricultores, que no disponían de recursos económicos para hacer frente a los gastos de cultivo.

Del primer concurso que hicimos con motivo de las Fiestas del Cristo pasamos a la Alhóndiga, junto al Calvario. La historia de esa edificación está íntimamente unida a la realidad agraria de nuestro municipio y por eso entendí que había que hacer algo y urgente por preservarla. Se sumaron a ese proyecto un grupo de excelentes amigos, gentes desprendidas y con ideas muy claras, como el profesor Enrique García Melón, que presidía el Club de Leones, el empresario Álvaro Ramos y otros muchos. Fueron años de despegue con los que todos tratábamos de dignificar el vino de nuestra comarca, empeñados en limpiar su imagen y reconducirlo para volver a captar la atención de los consumidores. Recuerdo la intervención que en uno de los Fiestas hizo el periodista herreño José Padrón Machín y los numerosos artículos que se publicaban, destacando el esfuerzo de los cosecheros por despertar el interés de los consumidores.

Vino en esos años destinado a Tacoronte el agente de Extensión Agraria Mariano López Arias y, en 1974, nuestro esfuerzo se vio respaldado por su interés en desarrollar un programa que contemplaba la mejora en el cultivo y en la elaboración de los vinos. Celebramos un ciclo de conferencias, en el que se aportaron datos de gran interés: las podas del viñedo, los tratamientos, el abonado, la selección y procesado de la uva... La Alhóndiga despertaba el interés de todos los viticultores. Llegaron desde la primera Semana cosecheros de Lanzarote, de La Palma, de Gran Canaria, de casi todas las comarcas de Tenerife, de El Hierro, La Gomera... Siempre recordaré el alto nivel divulgativo de las intervenciones que pronunciaron los ingenieros Hidalgo, Iravedra; de especialistas en la cata como Isabel Mijares... En 1975, la Semana Vitivinícola despierta mayor interés y despega mucho más con el apoyo del Cabildo y de la Caja de Ahorros. El encuentro se abre en un intento por atraer al mayor público posible y convocamos, con el sólido y creativo apoyo de Antonio Abdo y Pilar Rey, el concurso de Coplas. También se hacen concursos de cocina, de dibujos y redacciones para los más pequeños. Nos convertimos a un tiempo, a través de la Asociación para la Conservación y Promoción de la Alhóndiga, en espacio de encuentro para movimientos ecologistas, con el impulso que en este sentido da el ecólogo Carlos Silva, y proponemos la conservación y recuperación del Drago de Tacoronte, la del Monte del Agua en Aguagarcía, con un homenaje a Sabino Berthelot, etc.

Pero, pese a todo ese esfuerzo, los vinos canarios seguían padeciendo del acoso importador. Se hablaba, y con mucha razón, de "la finquita del muelle de ribera", el espacio más productor por el que entran los llamados "vinos del país". Los trapicheos tras los mostradores y, peor aún, en algunas bodegas eran constantes y la Administración parece incapaz de atajar el mal, aunque hiciera valer a través de los veedores de fraudes la ley de la viña y el vino. La popular Vinícola, frente a Los Rodeos, recibía con nocturnidad y alevosía, y no siempre tras caer la tarde, la visita de los que optaban por la ganancia fácil. Se cuenta de algún afamado cosechero que al verse sorprendido mientras negociaba la compra de unos cuantos cientos de litros servidos en cuba en Vitisa, por la llegada de alguien conocido que podría delatarle, saltó raudo por la ventana y traspuso presumiendo que no lo habían visto, pero dejó el inconfundible rastro delator...

En 1978, y contando con el apoyo que nos brinda el periodista Gilberto Alemán, entonces concejal en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, decidimos participar en la Feria de Flores y Plantas que se celebró en el García Sanabria, dentro de las Fiestas de Mayo. Preparamos unas 400 garrafas de vino, de 2 y 4 litros; cada una iba con la etiqueta que acreditaba su procedencia. Lo respaldábamos nosotros, La Alhóndiga y el Ayuntamiento de Tacoronte. Se hacía constar el nombre del cosechero y su dirección, con el número de teléfono. Vendimos todo lo que llevamos y se generó una corriente de entendimiento muy sólida. A partir de esa fecha los consumidores visitaban al cosechero y le encargaban el vino para su consumo, para sus mesas y fiestas. Nos vimos desbordados al tiempo que satisfechos, pues entendimos que habíamos dado un paso importante en la recuperación del público consumidor, nuestro mercado natural.

Pero, aunque seguían los problemas, se iba avanzando decididamente en la recuperación del cultivo, con el establecimiento de mejores sistemas de poda, con la conducción de la vid en la espaldera, la mecanización con motocultores, las nuevas prácticas enológicas que permitían despertar el enorme potencial de las variedades de viñedo de Canarias... En La Alhóndiga se seguían ofreciendo orientaciones, soluciones técnicas que de inmediato los agricultores aplicaban y pronto comenzaban a disfrutar de los resultados. En 1976 el ministro Jaime Lamo de Espinosa visita Tenerife y se interesa por la Semana Vitivinícola. Nos visita junto al gobernador civil Luis Mardones y le sorprende el esfuerzo que estamos realizando, señalando que es todo un ejemplo a seguir en otras comarcas vitivinícolas españolas. Luis Mardones siempre nos atendió y apoyó de manera entusiasta y decidida. Hizo suyas nuestras reivindicaciones para mejorar el sector, hasta el punto de que solicitó una ayuda especial de 800.000 pesetas, que posibilitó en buena medida la restauración de la Alhóndiga. Con igual entusiasmo nos apoyaban la Caja de Ahorros y el Cabildo. Celebramos una comida en la clausura de la semana, con la comida tradicional canaria que reúne a más de 400 personas. En esas actividades quiero señalar que participábamos todos. Unos aportaban las papas, otros el pescado salado, el vino, las sardinas, las frutas, los panes, el gofio, los quesos, higos, almendras, repostería... Todo el mundo estaba dispuesto a colaborar. Recuerdo la labor de Carlos de Ascanio, que en esos años dirigía Extensión Agraria y la Escuela de Capacitación Agraria, que traía de su casa las copas para la cata, y la labor de su esposa, Juana Rosa Arroyo, que ofrecía un espléndido desayuno a los niños de los colegios que participaban en los concursos de redacción y dibujo en torno al mundo del viñedo y del vino.

Nos encontramos que pese a todo el esfuerzo las bodegas estaban llenas y se avecinaba una nueva cosecha. La "finquita del muelle" seguía produciendo cubas y cubas y los agricultores deciden celebrar una asamblea en el Ayuntamiento de Tacoronte a la que asiste el consejero de Agricultura Antonio Castro. Allí le piden que tome medidas urgentes para contener el fraude. La respuesta no se hace esperar y se incrementan las labores de inspección; curiosamente, uno de los que más alto se expresaba en demanda de medidas resulta que recibe la inesperada visita del inspector cuando en su bodega están descargando una cuba de vino peninsular.

La Alhóndiga contó en todo momento con el apoyo de EL DÍA y de otros medios informativos. Año tras año las Semanas Vitivinícolas, los Concursos de Vinos y todas las actividades que desarrollábamos encontraban la inmediata referencia en sus trabajos. Así seguíamos adelante y en cada edición los concurso que vamos celebrando se acreditan y con ello prestigian la labor de los bodegueros. Comenzamos a tratar el embotellado y surge la primera denominación de origen, la de Tacoronte-Acentejo, en 1992. Coinciden en ese momento un grupo de personas muy entusiastas que van a dar un nuevo impulso a la actividad que casi dos décadas antes veníamos desarrollando. Entre ellos quiero recordar a Lourdes Fernández, Marcos Guimerá, José Andrés Rodríguez de la Sierra, Mariano López, Rafael Armas, Zenaido Hernández, Gerardo Armas, etc, etc...

Las Semanas Vitivinícolas siguen adelante; el impulso que se ha dado desde Tacoronte tiene su replica en todas las Islas. Se extienden las denominaciones de origen, se fomenta el cultivo y la producción embotellada llega a los mercados, abriéndose hacia el exterior en una etapa que los que en aquellos años iniciamos nos parecía un sueño. Pero... ¡qué jarro de agua fría hemos recibido en estos últimos tiempos!

No quiero hacer leña del árbol caído ni cargar las tintas en el mal paso que se ha dado, que considero incomprensible e injustificable la actitud que ha tenido Bodegas Insulares. Ese borrón ha caído sobre el esfuerzo de tantos agricultores que en muchos casos ya no están entre nosotros, y su legado se ha visto seriamente afectado por ese despropósito. Nunca pudimos imaginarnos que la cuba de "la finquita del Muelle de Ribera" llegara a manos de quien ha de velar por garantizar la pureza del proceso y que por otra parte tan buenos avances ha aportado. En esta ocasión no ha tenido que dar un salto al vacío desde el despacho del trapicheo. Pero hay quienes tienen cara y espaldas para aguantar, pues ya en otras ocasiones han demostrado que son expertos en mirar para otro lado y nos han enseñado que tienen el arte de pretender justificar con discursos vacíos lo que está claro y en botella, y con una salmodia y lavado de manos colocan en el centro de la diana a un chivo expiatorio. Nada que ver con otros, los que con dignidad sabrían agachar la cabeza y se pondrían rojos como un tomate, saltando incluso por la ventana para que no lo trinquen. ¡Qué pena!

Hoy contemplo con tristeza lo que está sucediendo, quizás con igual o mayor sentimiento que el que tuve unos 48 años atrás. Lamentablemente la historia se repite y se diría que algunos no han acabado de aprender la lección...

*Expresidente de la Asociación para la

Conservación y Promoción de La Alhóndiga, Tacoronte