La idea de organizar esta muestra surge como una necesidad de sus actuales propietarios de despertar la curiosidad del visitante a través de una experiencia evocadora mostrando los avances del oficio a lo largo del último siglo. Además tiene también un fin solidario, pues la recaudación de la venta de parte del material expuesto irá a parar a la residencia de mayores de la fundación Familia Quesada Sánchez.

En el acto de inauguración, al que asistió numeroso público y las principales autoridades locales, el titular de esta farmacia centenaria situada en la carretera general del Norte, Fernando Domínguez, agradeció a todas las personas e instituciones que de una u otra manera han contribuido para que este proyecto vea al fin la luz, entre ellas el ayuntamiento, la cooperativa farmacéutica Cofarte, el fotógrafo e investigador etnográfico Enrique Acosta, que ha cedido parte de su archivo para la ocasión, el comisario de la exposición David Olivera, el creativo Carlos Martín y las personas que han trabajado para hacer realidad la muestra.

La apertura de la farmacia La Estación de Tacoronte data del año 1906, y desde su creación ha sido testigo de numerosas transformaciones, no solo tecnológicas sino también sociales, que ha experimentado la sociedad tacorontera. Plasmar estos cambios es uno de los principales objetivos de la exposición, en la que se pueden ver, por ejemplo, morteros con los que se elaboraban las fórmulas magistrales, pildoreros en los que se preparaba una masa para luego cortar y convertirla en pastillas; ampollas de colirio, predecesores de los actuales goteros, o moldes para preparar supositorios y óvulos vaginales antes de que su fabricación fuera industrial. Uno de los tesoros de esta muestra es el libro "La oficina de farmacia" III edición, del año 1867, que ha sido libro de consulta y referencia para las tres generaciones de titulares.

Pedro Domínguez Quesada y su esposa, María Nieves Vidal Torres, padres y abuelos de los actuales propietarios, adquirieron la farmacia a mediados de los años 30 y durante más de 50 años se mantuvieron al frente de ella. Este establecimiento, que al principio solo contaba con un par de empleados -entre ellos, la recordada y recientemente fallecida Francisca Canino-, ha pasado a tener en la actualidad ocho trabajadores.

Según explica Fernando Domínguez, "todas las farmacias de este municipio siempre han estado muy ligadas a la vecindad, han crecido a su abrigo, de ahí que me pareciera interesante compartir una modesta parte de los detalles de nuestra singladura histórica particular".

Pedro Domínguez, titular junto a su hijo de la empresa familiar, evoca su infancia entre juegos en la rebotica: "Nací aquí y los primeros recuerdos que tengo son de mis padres entre frascos, elaborando fórmulas y pastillas, una tarea artesanal que ha quedado más relegada a consecuencia de la fabricación industrial de los medicamentos".

En ocasiones, explica Pedro Domínguez, antes de que existiera la sanidad pública, no se podía cobrar porque el enfermo no tenía medios para costearse un fármaco, y se creaba un vínculo muy estrecho con los vecinos.

Loly Figueroa es la empleada más veterana de esta farmacia, en la que lleva 40 años. En este tiempo también ha advertido los cambios que han experimentado no solo el establecimiento sino la sociedad en general. "Antes éramos menos pero también la demanda era menor", comenta. "La población ha crecido y se ha ido transformando. La gente es más desenvuelta a la hora de pedir algún fármaco y no duda tampoco en decantarse por alguno de los empleados para que le atiendan, bien sea por razones de afinidad o por lo que sea".