Pasan los años, casi los decenios, y esto no tiene fin. Mejora como el buen vino. Se bifurca, se adapta, se mantiene... Vive. Y muy bien. La romería orotavense es otra historia. Surge hace menos de un siglo, pero sigue marcando pauta. No hay parangón en las Islas. Lo demás, y sin chovinismos ciegos, es emulativo. Bueno, en muchos casos, pero secundario. Ninguna muestra tradicional, folclórica, espontánea y preparada, rigurosa e innovadora con la apertura de visión del Liceo organizador, congrega a tanta gente durante tantas horas. Ayer, y desde San Antonio a El Ramal, la espina dorsal villera (la calle La Carrera y Calvario) volvió a evidenciar que no hay ningún santo en Canarias que responda al nombre de San Isidro Labrador, con su inseparable Santa María de la Cabeza, más y mejor acompañado. Encima, antes, durante y, sobre todo, después, un dios mucho más pagano (Dionisos) hace de las suyas en mentes, cuerpos, callejones, coches, bares, guachinches, casas y donde sea. No hay fiesta igual en estos pedacitos de tierra atlántica. De verdad.

Por primera vez en muchos años, la ausencia de televisión en directo no deslució, sin embargo, el fiestón. Al revés. Las 91 carretas participantes, a las que hay que sumar carros más pequeños y carritos de todo tipo, dejaron claro que no hay romería igual. La de La Laguna, y sin ánimos de desmerecer, ni mucho menos, apenas presenta una treintena de carretas y, lo que es peor, muchas no tienen a gente encima ni detrás: es decir, faltan parrandas, cuerpos de baile y, en definitiva, gente.

Aquí no; aquí, y de forma creciente en los últimos años, cada carreta suele ir repleta de niños que, de seguro, continuarán la tradición en el futuro. Para algo tenemos inconsciente. Es inevitable. Esto se queda dentro, se arraiga. Además, detrás de las carretas suelen multiplicarse los romeros. La mayoría, con el traje típico orotavense (en realidad, surge en Icod el Alto), pero también muchos campesinos y de otros lares. Por supuesto, son habituales los grupos con tambores, pitos, tajarastes, parrandas familiares de toda la vida y, por supuesto, comida variopinta y vino. Mucho vino, como el Tajinaste, de Agustín y Mila y su hijo enólogo: qué lujo que crece entre San Antonio y La Perdoma.

La carreta 55, este año con cuerpo de baile y parranda, pero, como siempre, desordenada y dionisíaca por esencia, disfrutó de ese cáliz irrepetible, pero la 50, la de Los Dos Trompos, sorprendió este año. Una carreta nueva, obra de José Enrique y Melchor, que, según afirman, les verá morir, pero que probó ayer que el buen gusto, la estética, las cosas sencillas pero hechas con amor, marcan. No se sabe si ganarán el concurso, cuyo resultado desvelará el Liceo en una semana, pero fue, sin duda, una de las más elegantes y originales de la larga tarde noche.

De resto, y como siempre, muchas carretas realmente curradas: con techos de paja, cañizos, tejados reales o de plástico, hojas de palmera y hasta imágenes de luchadas en los costados que, por supuesto, intensificaban la sensación de auténtico.

Acompañados de esas cintas tan espectaculares como propias de la Villa, los santos entraron en su ermita de El Calvario sobre las 19:45. las campanas, como siempre, lo delataban mientras los romeros y público paseante acompañaban su estela. Hacia El ramal, muchas de las carretas previas se preparaban para confirmar lo que suele decirse: que la romería de La Orotava comienza cuando acaba. La plaza del Llano, sobre todo para adolescentes y jóvenes al inicio, el célebre bar de El Oreja, en la Cruz del Teide, con edades variopintas aunque básicamente veinteañeros, y la fiesta en El Ramal le dieron la razón a Dionisos.

La mala suerte de la 60 y unas fiestas en esplendor

Siempre pasan malos rollos y, ayer, la carreta 60, de villeros de pura cepa que sienten las fiestas como pocos, como la jefa de prensa local, sufrió un incendio antes de bajar surgido en su brasero. Nada: se repondrán y, seguro, el próximo año se quitarán la mala espina. De resto, la romería cerró una intensa semana de fiestas iniciada con un concierto, de nuevo, genial de Los Sabandeños. Además, la muestra de vinos del miércoles se confirmó como multitudinaria y con bastantes picos dionisíacos finales en fiestas como la de Alejandra y Laura, con un Fabián "romero mayor" para orgullo de la carreta 55. El viernes, el baile de magos se revitalizó con mucha más gente (sobre todo mayores) que en los últimos lustros y la Subida del Santo sabatina se confirmó como romería grande con Son 21 rompiendo moldes.