El colegio salesiano San Isidro, en La Orotava, inició en 2013 una apuesta para romper con la escuela tradicional: incorporar el iPad como herramienta clave para el proceso educativo. Cuatro años después, el centro ha recibido la distinción Lighthouse (faro) de Apple, sus 1.100 alumnos trabajan a diario con casi 800 tabletas y "los resultados académicos han mejorado", según explica a EL DÍA el director, Emilio Torres. "No ha sido solo sustituir el libro por el iPad, sino un cambio profundo en la metodología para romper con la educación estática y el esquema contenido-ejercicio-examen", aclara. Han pasado página y ahora cada alumno tiene el mundo en la mano. Una herramienta permanentemente actualizada que ofrece infinitas posibilidades.

"El proceso se inició con una reflexión profunda para encontrar la tecnología más adecuada. Una vez decididos a trabajar con el iPad, se inició un gran proceso de formación con el claustro, que dedicó muchas tardes a recibir 50 horas de cursos", subraya.

La práctica arrancó con la compra de 90 iPad que se repartieron en tres carritos para actividades puntuales en Infantil, Primaria y Secundaria. Los profesores más activos, que coincidieron en cuarto de Primaria, se encargaron del proyecto piloto con 80 alumnos a los que se entregaron otros 80 iPad.

"Con los alumnos de cuarto fuimos comprobando lo que funcionaba y lo que no. Y eso nos permitió adaptar el centro, sobre todo en cuestiones de conectividad, para extender el uso de la tableta a todos los alumnos a partir de tercero de Primaria. En Infantil, primero, y segundo tienen actividades puntuales, pero consideramos que ahí la prioridad es la lectoescritura".

"Esto no se hizo de la noche a la mañana -advierte-. Tuvimos un año de reflexión, un año de formación, un año de pilotaje y un año de implantación. Y todo el proceso se fue documentando".

A partir de tercero, cada alumno tiene un iPad. Son casi 800. Al principio se notó la novedad, pero ahora trabajan con el iPad como si fuera algo de toda la vida. En música, hay aplicaciones que les permiten crear ritmos con cualquier instrumento; en plástica, pueden dibujar en la pantalla, utilizar formas geométricas para un mandala o crear un cómic o una infografía; graban vídeos para explicar sus trabajos (en varios idiomas); usan aplicaciones matemáticas, o trabajan en grupo, desde casa, en un documento compartido, donde las aportaciones de cada uno tienen un color.

Con las tabletas se resuelven dudas y se puede hablar con el profesor. A veces el docente manda vídeos para que los alumnos los vean en casa y respondan a preguntas de comprensión. Tiempo ganado. También se fomenta su autonomía, ya que pueden superar retos de diferentes asignaturas de forma aleatoria.

Cada profesor tiene su clase en el iPad. En tiempo real puede dar bonificaciones a sus alumnos, que las reciben en la tableta. Los viernes toca cambiar esas bonificaciones de la semana por minutos de tiempo libre.

En el centro existe un control de acceso a contenidos inapropiados y a las familias se les ofrece formación continua para que aprendan a usar el iPad y controlen su uso correcto en casa.

Torres reconoce que una de las preocupaciones iniciales fueron las averías, roturas y pérdidas, pero después de cuatro años han comprobado que los alumnos cuidan mucho los iPad. En lo que va de curso, sólo se han registrado incidencias con 8 tabletas, el 1%.

Las fundas a prueba de golpes, ayudan, pero además están asegurados. Cada familia paga el iPad de su hijo en tres cursos. Según Torres, "el gasto es prácticamente el mismo que se hacía antes con los libros".