A cuenta gotas. Poquito a poco iban ayer regresando a sus casas algunos de los 19 desalojados de la calle Tegueste, en el barrio portuense de Punta Brava. Mientras los operarios continuaban trabajando, colgados del acantilado para introducir bulones que afiancen las rocas, varios vecinos volvían a unos hogares que tuvieron que abandonar, a toda prisa, el pasado 14 de septiembre. Todos mostraban alivio y alegría en un regreso que acaba con dos meses y una semana de incertidumbre. Pese al ruido de la maquinaria, las vallas, la humedad de la maresía y el olor a mina, un señor mayor, que no quería "fotos ni teles ni periódicos", dejaba clara su satisfacción en el regreso: "Mi niño, no hay nada como la casa de uno".

El Ayuntamiento del Puerto de la Cruz anunció el pasado lunes el regreso de los 19 desalojados de nueve viviendas del tramo central de la calle Tegueste. Desde las nueve de la mañana, la hora convenida, empezaron a llegar vecinos. Algunos de muy cerca, como María Ángeles, que se mudó a una casa de alquiler en la misma calle, y otros de más lejos, incluso de otros municipios, a donde han tenido que trasladar su residencia mientras los técnicos peleaban por estabilizar un tramo de calle que amenazaba con venirse abajo.

Ayer no fue un día de mudanzas en tropel. La mayoría acudía solo a comprobar el estado de su vivienda y a empezar las tareas de ventilación, limpieza y desinsectación. Las cucarachas, que han tenido dos meses y una semana para campar a sus anchas, eran una de las principales preocupaciones de los vecinos.

"Ahora voy a subir a ver cuántas cucarachas me encuentro. Van a ser unas cuantas", auguraba Tomás. Estos insectos son una molestia habitual en la zona que los vecinos achacan también a la red de saneamiento que se instaló en la calle Tegueste hace unos años. Esta canalización de aguas residuales, que obligó a abrir en canal la calle, es, a juicio de varios vecinos, uno de los posibles orígenes de la inestabilidad de la calle y de los malos olores que ayer se dejaban notar entre las grietas.

Ninguno perdió la esperanza de regresar en el plazo previsto, "o quizás un poco después", pero esta mudanza forzosa se hizo especialmente dura para la gente mayor. Algunos familiares llegaban antes para limpiar y dejar todo listo para el regreso de vecinas octogenarias que han tenido que mudarse durante casi 70 días fuera de su barrio de toda la vida.

Los turistas ya se mezclaban ayer en la calle Tegueste con los vecinos, los trabajadores y los periodistas. La vía recupera así una relativa normalidad, con el deseo compartido de que la pesadilla de mayo de 2015, con un derrumbe parcial, y de septiembre de 2018, con las grietas y el desalojo urgente, no se vuelva a repetir en el futuro.