Crítica de 'El cielo rojo': los mecanismos de la ficción

En 'El cielo rojo', el cineasta alemán Christian Petzold ('Phoenix', 'Ondina') propone una película fascinante en su manera, inesperada, imprevisible y muy atractiva, de desplegarse. Es difícil intuir que lo que empieza como una comedia de verano elegante pero con una caligrafía serena y conocida va a mutar en algo tan complejo (sin perder en esa transición su frescura, su aparente ligereza).

Un escritor en crisis (Thomas Schubert) y un amigo se instalan un verano en una casa de vacaciones del mar Báltico. El primero, ensimismado y engreído, pretende concentrarse en la escritura de su nuevo libro. Los planes del segundo son más lúdicos. Al llegar descubren que no están solos, que una misteriosa chica (Paula Beer) pasa unos días en esa misma casa.

Rodada y puesta en escena con suma elegancia, brillantísima en su escritura (de personajes, de escenas, de diálogos) e inesperadamente divertida, 'El cielo rojo' deja de ser solo una comedia de personajes y situaciones para abrirse sinuosamente a espacios más sofisticados. Con la amenaza de ese cielo rojo que alerta de la cercanía del incendio, Petzold juguetea con la personalidad y las conductas (a menudo imprevisibles) de los personajes, también con cómo se relacionan con la palabra, para armar una película espléndida sobre los mecanismos de la ficción (y la autoficción), el conflicto entre la egolatría y la inspiración y la tendencia, por supervivencia, a cambiarle el sentido a las cosas que la realidad pone a nuestro alcance.