Opinión | El recorte
Los ecosadores
Hay guerras que se ganan incluso antes de la primera batalla. Y ya hay que apuntar una victoria decisiva en el bando de los enemigos del turismo, antes incluso del despliegue de la gigantesca, histórica, multitudinaria y épica manifestación de mañana sábado.
Los heroicos activistas declarados en huelga de hambre hasta la liquidación del actual modelo turístico decidieron ayer plantarse ante de la casa particular del presidente del Gobierno, Fernando Clavijo, en La Laguna. Una arriesgada maniobra táctica que consiguió una valiente victoria: atemorizar a la esposa del presidente, una de sus hijas y una pequeña amiga suya que se encontraron con el despliegue mediático al salir de la vivienda.
La del nuevo ecoterrorismo blando, que pinta mensajes contra los turistas en las paredes y que organiza protestas para gritarles ofensivamente cuando van a la playa, protagoniza una nueva escalada con el escrache que invade la vida privada de Clavijo. El acoso a su vivienda familiar, el cerco a su mujer y a sus hijas, persigue atacar el reducto más íntimo del enemigo, que es su familia. Las víctimas inocentes, como ya vemos en Gaza, son inevitables cuando uno quiere aplastar al adversario.
Este prometedor prolegómeno a la manifestación contra el turismo no puede causar ninguna sorpresa. Los populismos son movimientos emocionales. O sea, pasionales. Cuando se trata de paralizar la construcción de un proyecto turístico, que ha sido declarado legal y cuenta con todos los permisos, quien tiene razón es el pueblo, no la justicia. Y el pueblo, como bien se sabe, lo representan siempre los apasionantes apasionados.
La primera escaramuza contra la familia del presidente ha terminado en victoria. Y si el futuro es consecuente con este acoso privado, es de suponer que a lo largo de los próximos meses la tensión bélica seguirá escalando en nuevos escenarios. Rodear los hoteles con acampadas hostiles o incluso las habitaciones, alegando la escasez de vivienda disponible, puede provocar que los invasores de piel lechosa, espantosas camisas estampadas y sandalias con calcetines, acaben haciendo las maletas a toda prisa para salir por patas de nuestra tierra guanche. Se trata de la misma técnica que se ha seguido con todo éxito paralizando las obras de Cuna del Alma o el hotel de La Tejita. Somos el primer frente de batalla contra el turismo, porque, por si no se han dado cuenta, Tenerife es la única isla –mira tú qué casualidad– en donde la ecorresistencia ha dado las más grandes batallas.
Cuando la noticia de nuestra declaración oficial de guerra y de las batallas que se vayan ganando empiecen a aparecer en los medios británicos y alemanes, Canarias, al fin, será recuperada. Los invasores huirán espantados a Mallorca o la Costa Brava, a Túnez o Egipto. Al quinto coño. Dueños al fin de nuestra patria, podremos convertirnos en la primera potencia agrícola del Atlántico Medio, con nuestras vastas extensiones de tierra y el agua de nuestros ríos y seremos el Horcon Valley de la industria tecnológica mundial. Un día no lejano, cautivo y desarmado el guiri invasor, la victoria será nuestra. ¡Más madera chiques, que es la guerra!
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