Opinión | Observatorio

Joan Guix

Protágoras y el síndrome de Yentl

Protágoras y el síndrome de Yentl

Protágoras y el síndrome de Yentl / El Día

El filósofo griego Protágoras dijo, hacia el siglo V a. C., aquello de: «El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son y de las que no son en tanto que no son». ¿Machismo? Seguramente, esta no era la intención del filósofo, pero también es cierto que esta frase estaba llena de una visión patriarcal que consideraba a la mujer como subordinada a la figura del macho.

En todo caso, el macho es el estándar, aquello que sirve de referencia en la sociedad. Y también en medicina, tanto en la clínica como en la investigación. Y esta es la historia de Yentl para demostrarlo.

Yentl era una chica judía polaca de finales del siglo XIX, criada en un entorno extremadamente riguroso y tradicional, hasta el punto de que, por el hecho de ser mujer, tenía prohibido estudiar el Talmud, pues era cosa reservada a los hombres. Para poderlo hacer, se tuvo que disfrazar y vivir como un chico. Este es un relato de un escritor judío polaco, Singer, llevado al cine en la persona de Barbra Streisand.

Basándose en este relato, la doctora Bernardine Healy, la primera directora del National Institute of Health, escribió un artículo científico que, justamente, llevaba este nombre: el síndrome de Yentl.

Healy, en su artículo, empieza diciendo: «Ser como un hombre ha sido, históricamente, un precio que las mujeres han tenido que pagar por la igualdad. Ser diferente a los hombres ha significado ser de segunda clase y menos que igual durante la mayor parte del tiempo registrado y en la mayor parte del mundo. Por lo tanto, puede ser triste, pero no sorprendente, que las mujeres hayan sido tratadas con demasiada frecuencia menos que iguales en las relaciones sociales, los esfuerzos políticos, las empresas, la educación, la investigación y la atención sanitaria».

La mujer se tiene que disfrazar de hombre para ser atendida clínicamente en igualdad con el hombre. Y esto surge de la misma investigación, de la cual derivará la asistencia clínica.

Varios autores, especialmente en los terrenos de la psiquiatría, enfermedades cardiovasculares y cáncer, han denunciado que la participación de la mujer en los ensayos clínicos sobre técnicas y medicamentos están entre un 21 y un 32%.

Es más. Entre 1977 y 1993, la FDA prohibió la inclusión de mujeres en edad fértil en ensayos clínicos en sus fases Y, que analiza la seguridad del medicamento, y la fase II, que analiza su efectividad.

Representatividad inadecuada

Hombre y mujer, desde un punto de vista estrictamente biológico, tienen unas fisiologías diferentes. Si es así, su representatividad en los estudios es inadecuada. La máxima de los estudios epidemiológicos es la representatividad de la muestra analizada. Si la muestra no es representativa en cuanto a las mujeres, las conclusiones tienen una muy alta probabilidad de ser erróneas. No es un tema tan solo de discriminación. Tiene efectos sobre la salud de las mujeres.

Entre el 50% y el 70% de las mujeres tienen más riesgo que los hombres de presentar un efecto secundario a un medicamento; el 78% de las reacciones adversas al antiinflamatorio Voxx se han producido entre las mujeres; la probabilidad de sufrir un diagnóstico erróneo ante un infarto agudo de miocardio es del doble que entre los hombres, y la posibilidad de morir es, también, del doble; o bien, que un 70% de muertes por cáncer en mujeres podrían ser evitables, además del infradiagnóstico en patologías como la migraña o los ictus. Añadamos una serie de enfermedades invisibles o despreciadas, como son la endometriosis, la fibromialgia, la ansiedad o la depresión, precisamente por ser enfermedades femeninas.

Manifestaciones y sintomatologías diferentes entre personas con fisiologías diferentes. No parece tan difícil de entender.

Y es que la medicina, y la ciencia en general, también están afectadas por el machismo social bajo la forma de paternalismo o el universalismo masculino. Estamos hablando de una forma de ejercicio de poder. Estamos hablando de inequidad y discriminación contra la cual hay que luchar, como frente el resto de manifestaciones: denunciar, informar, educar y, también, legislar. Mucho camino por delante, y también en el terreno de la ciencia y de la medicina