Opinión | Feminicidios

Carol Álvarez

Baja tolerancia a la frustración

Una concentración contra la violencia de género.

Una concentración contra la violencia de género. / EUROPA PRESS

Uno de los conceptos que más curiosidad me despertó cuando cubría juicios e información de los tribunales fue la baja tolerancia a la frustración que, según los peritos contaban, afectaba a muchos de los acusados. Ante un revés de la vida, una negativa, perdían el control de sus impulsos y desataban la ira, con violencia, sobre su entorno. Donde más se encontraban casos de estos era en los juicios por violencia de género, incluso antes de que les hubiéramos puesto esta etiqueta. Si era muy grave esa «baja tolerancia a la frustración», así se calificaba, la defensa del maltratador llegaba a plantear atenuantes a la pena, como si ese trastorno de conducta hiciera muy difícil de evitar el maltrato a la mujer. No eran casos de enfermedad mental, sino de trastorno límite de la personalidad.

Todo eso me ha venido a la cabeza de nuevo estos días al conocer que un tercio de las mujeres asesinadas por violencia de género había anunciado su intención de separarse: esta es una de las principales conclusiones del último informe del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, que ha estudiado las sentencias de los tribunales de justicia provinciales de 2021 y 2022. Es el modelo de relación, «asimétrico en las relaciones de poder entre los miembros de la pareja» certifican los analistas, el que desemboca en el resultado criminal: un fuerte machismo con una mala gestión de la frustración de un proyecto de vida o incluso de una concepción cultural de la vida.

Es un poco aquello tan anticuado del «ella se lo buscó» o «ella le arruinó la vida», una forma de entender el mundo androcéntrica, a partir de los intereses y deseos del hombre, que perdura. Una ruptura siempre es un fracaso, pero toda pareja la forman dos personas con expectativas y valores propios, que pueden coincidir o pueden descarrilar en un momento dado. Que en estos tiempos sigamos anclados en modelos culturales del siglo pasado que castigan la libertad de decisión de la mujer es un problema de primer orden y no solo aquí: países como Reino Unido o Australia han declarado en los últimos meses la emergencia nacional por el auge de los feminicidios.