Opinión | Un carrusel vacío

Fútbol: el opio del pueblo

Fútbol: el opio del pueblo

Fútbol: el opio del pueblo / El Día

El 15º triunfo del Real Madrid en la Champions League me pilló en un banquete nupcial. Los invitados se levantaron, comenzaron a dar alaridos, a agitar bufandas, a entonar primitivos cánticos cuya letra se reduce a «Lo-lo-lo-lo…». Los contemplé desde la mesa, fascinada. Me sorprende que un deporte pueda levantar tantas pasiones. De repente, parecía que todas aquellas personas hubieran ganado la lotería. Qué maravilla emocionarse así por una afición. Solo podría compararlo al fanatismo generado por algunos grupos de pop históricos, como The Beatles: a esas chicas que aparecen llorando y berreando en los vídeos antiguos que recogen conciertos. La verdad es que eso lo entiendo mejor, porque la música me emociona, pero nunca he sido capaz de atender durante más de cinco minutos a un partido de fútbol televisado, y mi única visita al Santiago Bernabeu fue para ver una actuación de Paul McCartney. Ya nadie lloraba por él.

Creo que el fútbol es el nuevo «opio del pueblo». Sé que esta opinión puede acarrearme multitud de críticas; que me acusarán de «elitismo», entre otras cosas. Pero no se trata de eso. Me produce mucha impotencia que la gente llore y se pegue por el triunfo o la derrota de su equipo y una gran parte de los españoles no hayan participado en las elecciones europeas, por ejemplo. Como si no fuera con ellos. Como si los 868.000 euros mensuales que gana Dani Carvajal –por citar un nombre cualquiera–, fueran a ser repartidos entre todos los españoles.

Confieso que he tenido que documentarme para citar a Carvajal, quien, según parece, fue uno de los responsables de los dos goles con los que el Real Madrid ganó al Dortmund el pasado uno de junio. No me avergüenza admitir que soy una absoluta ignorante en este terreno. Hace tiempo, era más diplomática y me quedaba callada cuando alguien me decía que no basta con saber de libros o cine, que también hay que entender algo de fútbol. Ahora enarbolo una respuesta rápida frente a ese argumento: los aficionados a este deporte podrían hablar de la vida y milagros de Carvajal, Cristiano Ronaldo o Neymar, pero la mayoría de ellos no tiene ni idea de los equipos femeninos, por ejemplo. ¿Por qué es más importante el fútbol masculino que el femenino? ¿No es una inmensa muestra de hipocresía social?

Hay que saber quién fue Cervantes, porque eso es cultura general y universal, pero Cristiano Ronaldo no ha hecho nada para ser recordado en la posteridad, más allá de jugar bien a un deporte. Así que no voy a sentirme aludida cuando alguien me llame «ignorante» por no saber de fútbol. Podrían criticarme por no conocer los nombres de los científicos actuales que están haciendo descubrimientos, con una financiación lamentable, y contribuyendo a mejorar el mundo. Con eso sí que me ruborizo, porque esas personas deberían ser más conocidas y valoradas. Sin embargo, es Ronaldo quien gana doscientos millones de euros al año, que se dice pronto.

Pero nuestra sociedad idolatra a los futbolistas e infravalora a los profesores y a los maestros. Todavía me acuerdo del día en el que un alumno me preguntó que, si tanto he estudiado, por qué he acabado trabajando como profesora de Secundaria. Y estoy segura de que esa imagen de la profesión no se la había sacado el niño de la manga; probablemente, habría escuchado comentarios al respecto en casa. Mi hermano, médico en un hospital público, me describe a menudo cómo algunos pacientes le faltan al respeto si las consultas van con retraso, por ejemplo, cuando la culpa de eso la tiene la poca financiación de la sanidad pública; pero resulta que, a la hora de votar a nuestros representantes políticos, no todo el mundo piensa en eso, porque todavía está digiriendo el triunfo del Real Madrid en la Champions, sin pensar en las consecuencias de no votar o de votar al partido que no va a defender el sistema público.

Antes, cuando yo era alumna y nos preguntaban en clase qué queríamos ser de mayores, muchos decían que futbolistas, pero también había los que soñaban con ser astronautas, actores o escritores. Ahora a los futbolistas en potencia se unen los influencers, que se han convertido en ídolos adolescentes y referentes sociales. A medida que pasa el tiempo, me hago más consciente de la importancia que tiene el hecho de transmitir ciertos valores a los niños, de sembrar una responsabilidad social que vaya germinando a medida que crezcan. Aunque se conviertan en ignorantes del fútbol, como yo. Que tampoco me parece tan grave. Tengo muchos defectos y carencias, pero ese no es uno de ellos. Al fin y al cabo, Ronaldo no nos va a dar de comer.

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