Opinión | Curva a la izquierda

En lo cotidiano

El sueño durante el verano debe ser de calidad.

El sueño durante el verano debe ser de calidad. / Snowing. Freepik.

Tal vez a usted también le pase. Hay momentos en los que parece que los diablillos que se ocupan de producir el mal hubieran caído en un profundo sueño y todo lo que llega es refrescante, explosivo, guirnáldico, chispeante… No sé bien cómo decirlo, pero parecido a ese momento en el que algo te despierta del mejor de tus sueños y cuando abres los ojos, temeroso, todo sigue ahí. Nada se desvanece. Y ya no tienes que cerrarlos para reengancharte porque se ha hecho realidad.

Se juntan en esta hermosa noche de las postrimerías de junio un montón de sensaciones. Y te permites ver, desde lo alto de la colina en la que la vida te ha puesto, desde la serenidad imprescindible, cómo discurre todo, cómo se mueve todo, cómo aquellos que nos importan destacan entre las multitudes y se ven más allá de la línea que marca el añorado rayo verde. Y las dudas y las sombras de las dudas… también se han ido. Es cuando te das cuenta de lo bueno que es vivir.

El disfrute de las pequeñas cosas. La felicidad llega en cualquier momento. Sólo hace falta abrirse para sentir. Y quererse. Esos ojos que dan tranquilidad sin cobrar nada. El sol. El agua del mar. La luz, la noche. Los besos que debes y que algún día tendrás que pagar. La fuerza del amor. La buena gente. El estremecimiento ante la caricia inesperada.

Los soñadores que sueñan por ti cuando tú no puedes. Las cerezas. Las certezas. Los amigos que piensan en ti, aunque no sigan tus pasos. Los senderos que llevan a tus ilusiones. Los poemas inexplicables: un atardecer, por ejemplo. Las lágrimas de alegría, de afecto, de despedida o de regreso. Las mujeres que nunca se resignan. Los hombres que hacen lo mismo.

El abrazo que esperas. El que das. La soledad que te acaricia. El sueño de después de comer. Esa canción. Un paseo. Y otro al atardecer. Alguien que sabes que te quiere. Los que están a la altura de la ternura. La respiración. La luna. Los lunáticos. El tacto. El contacto. El libro abierto.

El olor de la tierra mojada. Los que miran de frente. Los que cambian sin cambiar el corazón. La incertidumbre de cada pétalo de la margarita. Los que están contigo. Los que se fueron y permanecen en ti. El chocolate. El erotismo que se acuesta en la bañera. La caricia. La risa. La curva de tu sonrisa. Las burbujas. Las miradas furtivas. La brisa. Los suspiros. La caída de tus ojos.

La complicidad. Los amigos. La amiga del alma. El gustazo de regalar. El roce inesperado. Los afectos. Los tequieros. Soñar. La lluvia. La piel de gallina. Los labios. Aquella foto. El primer beso.

Todo esto que escribí reposa tranquilamente en los instantes desordenados de la vida. Cuando todo se oscurezca y la tristeza pretenda derribarte… recuerda que la riqueza y los momentos felices habitan en las cosas sencillas. En lo cotidiano. Aquí cerca.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es