Opinión | Venga, circule

Meryem El Mehdati

It’s very difficult todo esto

It’s very difficult todo esto

It’s very difficult todo esto / El Día

Sin darme cuenta me encuentro a menudo citando a Mariano Rajoy. Qué legado tan extraño. Ante situaciones complicadas en el trabajo o en la vida en general me oigo a mí misma diciendo: «Haré todo lo que pueda y un poco más de lo que pueda, si es que eso es posible. Y haré todo lo posible e incluso lo imposible, si es que lo imposible es posible». Como presidente fue nefasto, pero cometeríamos un error si desdeñáramos a la ligera su trabajo como cómico o humorista. Por ejemplo, a Zelensky lo del humor le salió al revés. Nadie recuerda nada de lo que dice, mucho menos lo que dijo. Solo se le conoce por aparecer en sitios donde, francamente, uno no se lo espera. Y por pedir. Actor, abogado, presidente electo de Ucrania y mendigo sempiterno de la Unión Europea, a veces me da miedo abrir la nevera y encontrarme ahí su cara proyectada contra cajas de huevos, botellas de leche o cuñas de queso para convencerme de que le dé dinero para la guerra. Está en todas partes menos donde tendría que estar, parece un anuncio de esos insoportables de las versiones gratuitas de Spotify o Youtube. Por curiosidad busqué si la Comunidad de Madrid le había dado una medalla internacional a lo que sea y sí, se la dieron. Será que les sobran. Estuve hace poco cenando con mis amigos de siempre y viví un momento en el que no he dejado de pensar estos días. De pronto les vi mayores, adultos, completos desconocidos, siete cabezas intentando descifrar el contenido de una carta que uno de nosotros encontró en su buzón hace unos días. No sé por qué en mi mente nos sigo viendo a todos tal y como éramos de niños, rodillas huesudas y paletas irregulares; las caras tostadas de estar siempre jugando al sol. Comprendí eso que dicen nuestros padres, la versión de nosotros mismos que existe en sus cabezas no siempre es la que tienen delante.

La carta estaba plagada de jerga jurídica y vocabulario técnico, nadie la entendía. En la mesa compartida se vivieron momentos de total silencio, ninguno de los presentes quería ser la primera persona en pronunciarse sobre el contenido de la notificación. ¿Y si alguien se equivocaba y su interpretación terminaba causando un problema? Todos contábamos con estudios superiores por encima de los estudios superiores, esa no era la cuestión. El lenguaje enrevesado imposibilitaba siquiera concluir si la carta traía buenas o malas noticias, si su receptor tenía que preocuparse o si podía darse por informado y guardarla en un cajón. El remitente era una Administración Pública y el receptor el único trabajador autónomo del grupo. Propuse buscar en Google y todos los presentes estuvieron de acuerdo. Pasamos más de media hora intentando traducir los dos párrafos de la carta a un idioma más sencillo, algo que pudiéramos entender todos, pero al final nos dimos por vencidos. «It´s very difficult todo esto». Hay gente que le tiene más miedo a un organismo público que a Dios, no les puedo culpar. Dios perdona -según las tres grandes religiones- y no usa un lenguaje oscuro ante el ciudadano medio para asustarle y hacerle operar desde el pánico a haber incumplido quién sabe qué norma desconocida. Tampoco cobra intereses de demora. Al final de la noche el miembro del grupo al que está dirigido el escrito nos comunica que no quiere problemas, acudirá a una gestoría.

Sesenta euros y algunos días después se desvela el misterio: nuestro amigo ha de aportar una determinada documentación a la Agencia Tributaria a la mayor brevedad posible. Es en el colegio donde uno oye hablar por primera vez de los principales sectores económicos de la sociedad, el primario, el secundario y el terciario. El primero produce, el segundo distribuye y el tercero consume; pero no seríamos seres humanos si no nos dedicáramos activamente a complicar las cosas, así que creamos otro sector, el de los intermediarios. Estos últimos no crean ni producen ni distribuyen, pero aprovechan la distancia -a veces creada adrede, como la del lenguaje administrativo- entre unos y otros para monetizar la indefensión del ciudadano ante la maquinaria de la Administración. «Cuanto peor mejor para todos. Y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político». Nadie podría haberlo expresado mejor.

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