Opinión

A la mujer del César, lo que es del César

Begoña Gómez sale en coche del Juzgado de Instrucción número 41 de Madrid.

Begoña Gómez sale en coche del Juzgado de Instrucción número 41 de Madrid. / EFE/ Mariscal

La intransitividad contenida en la oración de que la mujer del César debe no sólo ser honrada sino parecerlo, deriva a base de hechos reales, conductas unívocas, relaciones de causalidad y comportamientos despóticos, hacia la transitividad, que la oración tenga objeto, haya intercambio (al César). Que no sea sólo muy sospechoso fluir, sino que también tenga cristalizaciones, producto, que no sea actividad de mero paseo, caminar silbando, sino marketing de oportunidades de negocios mancomunados: Do ut des.

La confusión que se alega entre muy presuntas actividades privadas y consecuencias públicas, exactamente gubernamentales, viene de lejos. Hay muchas imágenes de sucesivos 8 de marzo, incluido el de los contagios, en que se le ve a la heroína de la “transformación social competitiva”, “captación de fondos privados y públicos (lo dice)”, los menús “educativos” de comida, la sintaxis sin riego sanguíneo, brincando alocada justo en medio de las ministras y las pancartas, como los “masáis” exactamente, y actuando de primus inter pares de aquellas. Una mixtura inconcebible en democracia, exclusiva de autocracias. La pareja fraudulenta y granuja ya observaba comportamientos muy arribistas y ambiciosos, académicamente, para empezar. Si Sánchez es doctor fraudulento, ella, catedrática de verbo enmarañado, lo es más aún (máximo rango académico); son dos jetas de oídos sordos y disimulos dignos de película o novela. Han desarrollado tanta fantasía sobre ello, de base ultra despótica, que no se sienten obligados a tener que dar ninguna explicación. Como Haile Selassie en Etiopia.

Begoña era una profesional de relevancia propia, volvía a mentir su esposo y séquito áulico (ministros cortesanos y loros de idénticas loro-maquias), pero en realidad dirigía a captadores de clientes, emparedados en carteles por las calles, acorde con la falta de títulos para mejores desempeños, de humilde comercial. Su suerte se dispara como la de su cuñadísimo cuando el marido-hermano es elegido. La suerte se les precipita y su poder se desborda. Se sienten totalmente inmunes. A ella algunos medios afectos y orgánicos la llaman presidenta, Primera dama. Hay un efecto catapulta con ciega relación de causalidad temporal. Alguien de tan escuálida formación profesional, experiencia, logros comerciales, profesionales. A la profesional y empresaria creativa devenida por cargo marital, le subvencionan empresas públicas y privadas, con fondos millonarios siempre con contrapartidas sincronizadas, efectos, contactos personales con las cúspides (presidente de Indra), recibe al rector de la Complutense en la propia Moncloa. Nada, absolutamente nada, de la actividad entre profesional, académica y muy mediadora, como sabemos documentalmente, tiene la más mínima explicación si no es por ser la mujer del César. Acusada de tráfico de influencias y corrupción, nada de falta de ética/estética, sino tipificación penal.