Es una romería con trozos de plata. No hay imágenes. No se cargan vírgenes ni santos, ni tan siquiera está Cristo. Sólo un trono partido en 42 pedazos que llevan romeros por caminos empinados... Pero no es tan sencillo. Detrás, hay algo más. Es un altar, aquel diseñado con donaciones, casi todo fue "regalado", para Nuestra Señora de las Nieves, que la gente, el palmero, adora. Lo lleva en su alma. Unos se acercan a tocar los cachos. Otros, muchas de aquellas 50.000 personas, incluso los besan. Lo sienten.

La romería se inicia en el Real Santuario. En la parte alta de la ciudad. Eso es sobre las 17.30 horas. Antes, los romeros se concentran, era lo habitual, en el "corazón" de la capital. Abajo, al contrario que hace cinco años, en cualquier restaurante se encuentran mesas libres donde almorzar, no hay aglomeraciones en las calles ni la ciudad, casi "callada", respira fiesta. En la primera guagua que sube a la "casa" de la Patrona, todos van sentados. Te puedes subir sin problemas... En el fondo, llegas a temer (si te diriges al templo) que la crisis pueda romper con la bajada.

La misa de los romeros se inició sobre las 16 horas. Lo "normal" es llegar arriba un poco más tarde. Todos, menos el "nutrido" grupo, tampoco cabe mucha gente en el templo, que entra a misa. Media hora después, aún es fácil caminar por la plaza de la iglesia. La función religiosa se alarga. Es el tiempo necesario, el justo, para que los ciudadanos se vayan amontonando en el tramo de vía general cortado al tráfico para la romería. En ese momento entiendes que los romeros, más que antes, más que nunca, vienen desde sus casas. De fiestas privadas. Sin tantos gastos. Lo hacen sin prisas. Pero, que es lo importante, vienen. Vienen un "montón".

Se inicia la romería.- Comienza el recorrido. Van romeros, detrás grupos folclóricos, trozos de trono, más romeros, extranjeros haciendo fotografías, la policía canaria, la madre con su niña, dos jóvenes.... Tras un tramo de carretera general, la romería se mete en el camino real de la Dehesa-El Planto. Para ser más justos, una vía más estrecha de lo habitual pero sin llegar a ser camino. Te adelantas para evitar el "mogollón". Al principio, bajando a mano izquierda, en el patio (mejor porche) de una casa privada, una familia vende agua y refrescos, a un euro, sin estafar a nadie, a un precio justo. No hay alcohol, pero te sirve para repostar. Entre lo que llevas en la mochila y la coca cola que acabas de comprar, afrontas la bajada. Es todo cuesta. Sin rellanos para tomar oxígeno. Una casa azul, otra roja... el descenso es atractivo.

La romería va más lenta de lo habitual y decides esperar apoyado en una de aquellas esquinas para ver antes de irte, llegas a pensar en marcharte porque la caminata de está "matando", los trozos, al menos uno, del trono. Para eso fuiste. No te irás sin verlo. Ya no sorprende que en cada esquina, incluso en lo que es un garaje, habitualmente lo es, se pueda encontrar zonas improvisadas donde comprar toda clase de alimentos o bebidas. Es más, incluso una señal apañada con la imagen de un enano te señala cómo llegar a un "chiringuito" (textual). Sólo una cosa puede llegar a "mosquear". En todo acto multitudinario, como ayer, siempre hay un grupo de "niñatos" que puede fastidiar la fiesta. Se les ve a lo lejos. Gritan mucho, beben más y, en algún momento, te empujan. Te llegan a incomodar, aunque son siempre la minoría...

Después de superar el tramo de cuesta más empinado, es una parte del camino en la que puedes arrojar la "toalla", se llega a una plaza. Es la plaza del Planto, que acoge a su iglesia. ¡Bendita plaza! Es un buen lugar para detenerse. Lo hacen muchos romeros. Son más de las siete y media de la tarde cuando se asoma a lo lejos un cartel que anuncia la llegada del grupo Coros y Danzas de La Palma. Es el comienzo de la muchedumbre. La decena de miles de personas que venían antes, era sólo la avanzadilla. Tras la agrupación de folklore, apenas unos metros detrás, unas cuantas señoras, también aparece la mano de algún hombre, cargan el primero de los 42 trozos del trono. Lo agitan. Lo suben. Lo mueven. Se acaban parando ante la insistencia de la gente, que espera a los márgenes de la "vía", por tocar aquel pedazo donde la Virgen suele "descansar".

No todos los romeros hacen el recorrido. Son muchos los que se van uniendo por el camino. Otros, incluso, esperan en la plaza de la Encarnación o, es más, se concentran junto a la iglesia de El Salvador para comprobar, se fían pero quieren verlo, la entrega del trono troceado.

Tras la plaza del Planto, la romería sigue su descenso. A paso lento, aunque es un alivio oír los "cañones" de la ciudad que anuncian su cercanía. Se pasa por el cruce con Benahoare, junto al barrio, donde unos abandonan y otros, para disfrutar de la recta final, se unen. Se busca más abajo, tras caminar varios kilómetros, la plaza de La Encarnación. Es difícil calcular la cantidad de personas que en ese suspiro participan en el acto. ¿50.000, quizás 60.000?

El encuentro de los participantes en el acto está marcado en la plaza de La Alameda. Allí se hace un parón. Es necesario tomar una vía asfaltada, otro pequeño tramo de carretera, para llegar, es casi de noche, hasta el barco de la Virgen. Cuando llegas, es un respiro. Te sientas, apoyas la cara en las manos, mientras detrás, justo a la espalda, se oye el sonar de un timple. Los grupos folclóricos cargan las "pilas". Se espera a los romeros que llevan trozos del altar. Parece, es una impresión, sólo eso, que es el lugar para hacer un recuento. Uno a uno. Están todos, seguimos. No hay margen para el error, abajo, a la plaza de España, tienen que llegar los 42 cachos.

El último tramo de la romería se hace por el centro de la ciudad. Es un gusto. Sientes el descanso del guerrero. Por las calles empedradas, entre arcos triunfales diseñados con vegetales, es más sencillo caminar. Ya vas muy cansado, casi "muerto", pero la historia de aquellos edificios te alegra el alma. Eso y el saber que el final está cerca. Se oyen aplausos, no es la Virgen pero es su trono. Hay balcones adornados. Parece tela con recuerdos de lustros pasados.

Tramo final.- Se pasa por Pérez Camacho hasta llegar a Pérez de Brito. Es el centro de la capital. La entrada a la calle Real es sincera. Hay gente en la plaza de España. Todos esperan a los romeros. Si miras hacia detrás, sólo ves cabezas. Una detrás de otra. Se deja paso, casi de forma inconsciente, a los que cargan los trozos del altar. Ellos deben dejarlos. Los entregan. Con el trono dentro de la parroquia matriz de El Salvador, llega el descanso. Ahora habrá que montarlo, pero la Virgen no llega hasta el día 18 de julio. Habrá días. Ahora, anoche, no había prisa para eso. Ninguna prisa.