Franceses tuvo tres colegios. Sí, tres. Dos estaban situados en Los Machines, uno masculino y otro femenino; y uno más se ubicaba en Los Castros. Ahora, no tiene ningún centro educativo y apenas cuenta con cinco niños. También contaba con un bar que abría por las tardes y con una tienda bien surtida, justo en la curva cerca de la bajada a la Fajana, donde ahora apenas se ofrecen bombonas. El barrio, rural por excelencia, se fue despoblando, perdiendo el bullicio de su gente, el calor de los saludos y los mínimos servicios acabaron cerrando.

Mauro fue uno de aquellos vecinos que se marcharon del pueblo. Pero no para siempre. Se estableció en la capital, aunque cada fin de semana se "escapa" a su terruño, aquel trozo de tierra situado entre el barranco de Franceses y el barranco de los Hombres, en la Villa de Garafía. Algo lo ata al lugar donde nació, con el que se siente comprometido hasta el punto de que un buen día se propuso que sus calles volvieran a tener, aunque fuera apenas por unos días, el ambiente de antaño. Que volviera a respirar vida. Que se sintiera eso: un barrio. ¿Y saben?, lo logró.

Creó una página en Facebook con una frase que aventuraba su tremendo reto: "Alguien dijo que recordar era volver a vivir". Trató de destapar "la memoria y el recuerdo de la gente" de los que "un día marcharon y ahora viven fuera", afirma Mauro, quien reconoce con pesar que Franceses, al igual que la mayoría de Garafía, "está abandonado. Los vecinos se fueron y los que quedan son nuestros padres, con ya más de 80 años". La idea era atraer al pueblo a las personas que cambiaron de rumbo hace 30 o 40 años, "que vinieran y recordaran su juventud, que pasearan por aquellas calles de su niñez y, también, que los que todavía viven aquí vieran el pueblo otra vez con el ambiente de una época pasada". Que Franceses, a la postre, recuperara su alma.

Hay situaciones que no se pueden trasladar si no se viven: el abrazo tras años sin verse, las caras en el reencuentro, el guiño al lugar favorito de la adolescencia, las anécdotas de un pasado cargado de añoranza... Al encuentro acudieron unas 300 personas. Una barbaridad. "Estoy en una nube por la respuesta de la gente", admite su organizador. Acudieron antiguos vecinos que ahora viven en otros municipios de La Palma, también se desplazaron personas de Gran Canaria, Tenerife, Madrid, incluso una vecina de Venezuela y hasta su hija que reside en Londres. "Fue realmente increíble", sentencia.

El encuentro se inició el pasado viernes con la inauguración de una cuidadosa exposición con 120 fotografías, con las que se hace un recorrido hasta aproximadamente el año 1975 por los tres lomos que identifican al barrio: Los Machines, Los Castros y Las Tierras, muestra que ya ha sido visitada por más de 700 personas. Es un refugio de recuerdos. El sábado tuvo lugar una misa, que hizo que la iglesia de Franceses se volviera de nuevo a llenar, con un posterior almuerzo en el antiguo colegio público.

La iniciativa tuvo continuidad el domingo, con una caminata por un sendero rescatado por el Ayuntamiento de Garafía, un paseo por aquellos lugares donde los ahora adultos disfrutaron de su juventud.

Mauro logró su objetivo: Franceses fue de nuevo un barrio.