Si fuera actor, caminaría por una alfombra roja. De futbolista, llenaría estadios. Pero Norberto Batista se pasea de forma pausada por la Calle Real, a su ritmo, sin que nadie (o casi) lo reconozca. Y en el fondo, son las curiosidades del ser humano, es tan "solo" de esas personas que te salvan la vida cuando el cáncer te golpea. Sí, es oncólogo.

La Isla le entregó ayer el galardón de Hijo Predilecto. Allí estaban políticos, familiares, amigos... Un vídeo, con las opiniones de aquellos que lo conocen de cerca, de siempre, lo describieron como "un niño inquieto", "era inteligente", "alguien divertido", "no sabe decir que no", "amable y familiar" o el más atrevido recordaba que "íbamos a robar cañas de azúcar". En los pasillos, en privado, Perestelo, otro saucero como él, lo dejaba claro: "No es que lo diga la gente para quedar bien. ¡Berto es buena gente de verdad!".

Batista relató su discurso sin tirar de currículum. No salió para deslumbrar. Es jefe del servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario de Canarias (HUC), director del departamento de Medicina Interna, Dermatología y Psiquiatría de la Universidad de La Laguna (ULL), catedrático de Oncología... pero por encima de su andadura, de su enorme profesionalidad, de sus estudios en Estados Unidos, le dio más importancia, lo contó desde dentro, a aquella fiesta de hace 50 años en Barlovento "cuando decidí sacar a bailar" a la que desde aquel momento ha sido su compañera de viaje. En el fondo, cree que la vida es "azar y convicción".

Berto no fue el típico joven que salió de La Palma para estudiar en la Universidad. Los años 60 fueron duros, mucho, y él era el mayor de cinco hermanos. Luego, de seis. En 1962 tenía apenas trece años y un tío suyo propuso a su familia que se fuera a Tenerife a trabajar en su bar. "Se debatió en casa y se tomó una decisión". Se fue a trabajar. Ese era el primer objetivo de aquel viaje: ser camarero. Creció. En 1968 aprobó la Prueba de Madurez del curso preuniversitario. Aquel año ("fue el azar") llegaron los estudios de medicina a Tenerife, logró una beca, se matriculó, se fue a un colegio mayor... La vida voló hasta convertirse en una referencia indiscutible de la Oncología en Canarias.

Norberto Batista, siempre en la sanidad pública, acabó con un "vivimos por azar". Aunque, eso no lo dijo, el azar depende también de la sabiduría de los oncólogos. De gente enorme como Berto.