El Parque Nacional de la Caldera de Taburiente está comenzando a sufrir con virulencia los efectos de la sequía, teniendo que adoptar medidas extraordinarias para al menos evitar la pérdida de las zonas repobladas. El habitual río por el cauce del barranco de Las Angustias o el agua que brotaba a borbotones en la Cascada de Colores son imágenes del ayer, a la espera de un cambio brusco de la meteorología que multiplique las precipitaciones.

Lo peor es que la situación se ha vuelto compleja, casi crítica, en pleno mes de febrero. En invierno. "Ahora mismo el Parque Nacional está bastante seco", resumía el director-conservador de la Caldera, Ángel Palomares. Son meses en los que tradicionalmente la lluvia permitía atender con suficiencia las necesidades hídricas de la flora y la fauna de este impresionante paraje natural, con reservas incluso para la llegada del verano.

Sin embargo, la realidad es que "estamos regando las repoblaciones en la zona ferrer que hicimos la primavera y el otoño pasado. Hoy mismo (por ayer) han ido a regar con la cuba contraincendios porque las plantas se estaban muriendo", apuntó Palomares plenamente conscientes de la situación a la que se están enfrentando.

Y qué pasa con las poblaciones naturales. El gestor del Parque Nacional responde con resignación: "Poco podemos hacer. Trabajamos para defender lo más pequeño, lo que está más débil, son medidas preventivas en las repoblaciones". Advierte de que "es una regada para salvar las plantas durante 15 ó 20 días a la espera de que llueva". Eso, siempre que ocurra. Se suma además que "hemos tenido que suspender las repoblaciones que teníamos previstas durante estos días con escolares de la Isla. No podemos repoblar".

Lo mismo ocurre con la Cascada de Colores, uno de los lugares más visitados no solo del Parque Nacional sino de toda la Isla. Se trata de un "salto de agua" situado en una desviación del sendero del barranco de las Angustias. Se abastece de varios nacientes, en la confluencia de los barrancos de Rivanceras y Limonero, y en la actualidad se parece más bien poco a las miles de fotografías que circulan por la red o que guardan los visitantes sobre este espacio: apenas brota un chorro de agua. "No podemos hacer nada. Y es que cuando no llueve...", sentenció el director de este espacio protegido. Solo se necesita eso, que llueva.

Los efectos de la sequía no son tan evidentes en un solo año. Se van acumulando hasta multiplicarse y acaban provocando situaciones como tener que regar con una manguera en invierno dentro de un Parque Nacional. A propósito, Ángel Palomares subraya que "llevamos desde 2010 con una situación de sequía". "Desde aquel año no ha habido ninguno que haya llovido por encima de la media, siempre por debajo, algunos han sido horriblemente malos", indicó.

Tira de memoria para recordar que la última lluvia que fue excepcional "ocurrió precisamente en 2010, cuando se registraron casi 2.000 litros. Para que nos hagamos una idea, de 2011 a 2012 se registraron 140 litros en 16 meses. Entre 2010 y 2016 dejaron de llover sobre 1.800 litros con respecto a las lluvias de los últimos 30 años. Y 2017 y 2018 han sido años muy secos". Ha sido años duros, contundentes, para la flora de la Isla.

La situación de sequía no es exclusiva de la Caldera. Preocupa al ser el espacio natural de referencia, por su riqueza no solo paisajística sino botánica, pero es el reflejo más evidente de lo que sucede en el resto del territorio insular. La Palma, por ejemplo, está asegurando el abastecimiento agrícola gracias a la puesta en marcha de los pozos. "Estamos mirando al cielo todos los días", expresó el presidente de la Plataforma Agraria Libre de Canarias, Amable del Corral, al ser cuestionado por esta redacción por cómo viven los agricultores este tiempo de sequía. "¿Sabes cómo estamos ahora de agua?, pues ni te cuento el problema en el que nos podemos meter si no llueve y se mantiene la sequía", destacó.

Lo mismo ocurre con la zona verde de la Isla. Sufre. Es cierto que en cualquier momento la situación puede cambiar, que dos meses de lluvia alterarían la imagen, pero a día de hoy es suficiente con recorrer La Palma, con atravesar sus senderos, para darse cuenta que desde Mazo pasando por Fuencaliente, El Paso, Tijarafe, Puntagorda, la parte alta de Garafía e incluso la montaña de Barlovento para ver que está seco.