BARRIO A BARRIO | Juan XXIII

Vecinos de Juan XXIII: "Hay personas enterradas en vida porque no pueden salir de su casa"

Medio millar de familias residen en los cuatro bloques de esta barriada de 1966

Hace dos meses caminan entre cascotes caídos de las cornisas

Los residentes claman por una mejora integral

Humberto Gonar

Humberto Gonar

En la barriada de Juan XXIII, en el distrito de Ofra-Costa Sur, los buenos días entre vecinos que se topan entre el laberinto que unen al parte de guerra que se intercambia para dar cuenta si ese día viene el fontanero a subsanar las cañerías de turno o a reparar las humedades florecidas en las fachadas. Es el día a día de medio millar de familias que habitan esta enclave que comenzó junto a una montaña de tierra en las afueras de Santa Cruz y hoy disfruta de una ubicación privilegiada con la parada del tranvía a la puerta de sus casas, la conexión con las autopistas del Sur y del Norte a tiro de piedra y el Hospital de La Candelaria al lado.

Tanausú García, de 34 años y desde hace uno presidente oficialmente de la asociación de vecinos de su barrio natal, lo tiene claro: «no me voy de aquí por nada del mundo», una afirmación que emana desde el orgullo de pertenencia de un pibe de barrio que en 2022 llevó a su equipo de fútbol sala a la máxima categoría canaria, la antigua autonómica, y que si decayó el proyecto solo fue porque suponía un desembolso anual de 15.000 euros por los gastos propios de la competición.

Su espíritu inquieto y su empeño de tirar del barrio para adelante no se da tregua. Prueba de ello fueron las fiestas patronales en honor a San Juan que se celebraron en el barrio el 29 de junio con una gala de elección de la reina que se desarrolló en el polideportivo y que dio paso al día siguiente dio paso al Día del Niño y a un mercado sostenible que involucró a muchos vecinos del barrio.

Tana acompaña al visitante para mostrar los cascotes caídos de las cornisas de varios bloques; el primero, hace dos meses; el segundo, hace mes y medio. El ayuntamiento colocó unas vallas, precintó algunas zonas y hasta la fecha, mientras los vecinos reclaman algo más que una mejora de chapa y pintura.

Antes de adentrarse en uno de los vericuetos que dan acceso a los cuatro bloques en los que se distribuyen los veintiséis portones. Fernando, que en un banco espera el paso de la vida. Él llegó a Juan XXIII a comienzos de los años ochenta. «Hay personas que no salen a la calle porque no pueden bajar desde el cuarto o quinto piso, unos porque padecen algún tipo de discapacidad y otros porque dependen de que los jóvenes vengan a ayudarles, los saquen o les suban la compra».

Es la tarjeta de presentación que poco después amplía una de las colaboradoras incondicionales de Tana. Se presenta: «Soy Mercedes Rodríguez López, tengo los mismos apellidos que el estadio pero no tengo balón», comenta con humor, para hacer un aparte con el presidente de la asociación vecinal y darle el parte del día. «Allí están esperando a los fontaneros porque el agua se le cuela por el techo». Y eso sin llover.

Tana teme que «cualquier venga aquí la Policía o los Bomberos y nos desaloje a todos porque el estado de los edificios es lamentable», asegura mientras señala a los volados de los bloques.Es más fácil contar los que están sanos.

La barriada está formada por cuatro bloques: uno con cinco portones, otro con ocho, un tercero con seis y el último, con siete. Y por piso, cuatro viviendas. En total, quinientos hogares de tres habitaciones donde han pasado hasta cuatro generaciones, como es el caso de la propia familia de Tana.

La decana de Juan XXIII

Rumbo a casa de su abuela, llega la madre del presidente vecinal, Nieves. Categórica desde el principio después de que su hijo le hiciera saber que acompañaba a los visitantes de EL DÍA. "Hay vecinos enterrados en vida porque no pueden salir de su casa aquí", cuenta mientras acude a dar una vuelta a su madre, María Nieves. 

En el interior del bajo donde reside la matriarca de la familia, cuenta que su padre, Claudio, fue de los primeros a los que le dieron una de las viviendas de Juan XXIII en 1966 porque era guardia civil, junto con Pedro, el jardinero. En esta casa sacó para adelante María Nieves a sus tres hijos con ayuda de sus padres y trabajando en una fábrica de tabaco. A sus ochenta años, goza de una buena memoria y una voz que enamora, mientras pelea con alguna dolencia respiratoria que le limita la movilidad. Madre coraje, es una fútbolera nata; eso sí, ella, del Madrid; su incondicional nieto Tana, del Barça... se puede imaginar el lector la intensidad de clásico en este hogar. Y la vida ha premiado a María Nieves con Giovanni García, su bisnieto que se marchó de casa con 14 años a jugar en el Alavés y Villarreal y que la próxima campaña cumplirá el sueño de un tinerfeño de pro: enfundar la camiseta blanquiazul, y quien sabe si algún día se viste de blanco o azulgrana...

Tana, tío y padrino de Giovanni, confía que llegue desde el ayuntamiento un compromiso que permita la rehabilitación integral de las viviendas de Juan XXIII. «Aquí la mayoría de los vecinos son mayores y con pocos recursos económicos». Desde Patrimonio Municipal le han planteado que la barriada se acoja a Ayudas a la Regeneración y Renovación Urbana (ARRU), trámite que precisaría la creación de comunidades de propietarios y que todos paguen, reto que a priori parece complejo para el propio Tana. Mientras, las cornisas caen, las tuberías hacen agua y los mayores viven atrapados en un cuarto piso sin ascensor...