DURANTE siglos Canarias vivió sometida a las duras condiciones de vida impuestas no tanto por nuestra condición archipielágica como por lo que siempre se llamó lejanía y ahora se denomina, con más propiedad y rimbombancia, ultraperificidad. Porque lo malo no es estar lejos de cualquier parte, sino estar muy distantes de los centros avanzados del mundo.

En la segunda mitad del siglo XX la tecnología vino a minimizar esas limitaciones de forma notable por medio de la aviación comercial, que posibilitó la explosión turística de Canarias. El mayor autogobierno derivado de nuestro Estatuto de Autonomía posibilitó un profundo cambio del REF canario y el logro de un estatus especial de Canarias y las RUP en la Unión Europea. Esos son los cuatro pilares del mayor bienestar alcanzado por Canarias en toda su historia, por mucho que ahora se hallen comprometidos por la más profunda crisis económica de este país de los últimos cincuenta años. Cuatro pilares que se centraron en contrarrestar al máximo las desventajas derivadas de nuestra ultraperificidad.

Los márgenes para futuros avances están ya en menor medida en la UE y en España, porque las revisiones pendientes del REF y del marco comunitario no van a producir el mismo grado de concesiones y especificidades que en las dos décadas pasadas.

Vuelve, por lo tanto, la sociedad canaria a depender más de sí misma para producir nuevas oportunidades que mejoren nuestra competitividad, paso ineludible para generar riqueza y empleo.

Hemos avanzado siempre cuando hemos conseguido reducir la influencia de la ultraperificidad en nuestra economía. Los márgenes de mejora ahora se hallan claramente en olvidarnos un poco de Europa como centro y pensar que Canarias puede ser, en sí misma, un centro relevante en el área atlántica. Esa es la base angular en la que se sustenta todo ese sueño/proyecto logístico que concibe a Canarias como plataforma tricontinental y que avanza a trompicones, porque no es algo que dé votos, a pesar de ser nuestra principal apuesta de futuro.

El nuevo salto tecnológico en materia de telecomunicaciones, a partir de que en los años noventa Internet se convirtiera en el primer actor de la globalización que todo lo invade, nos aporta otra oportunidad inmejorable para eliminar las distancias y acelerar la conversión de Canarias como centro neurálgico de esta área.

El Cabildo de Tenerife tomó cartas en el asunto. Y además de desarrollar un proyecto modélico en España para mejorar la productividad de las administraciones a través del Plan de Modernización Continua (que celebró en estos días su veinte aniversario), se ha lanzado a la creación del NAP (Network Access Point) como una infraestructura básica que garantice la conectividad de Canarias a las redes mundiales de telecomunicaciones, que no sólo pasa por Internet.

Era y es una pata logística fundamental para interconectar África con el resto del mundo, en la medida en que posibilita la interconexión de todos los cables submarinos que transitan por esta zona, así como el tráfico derivado de la red de satélites que nos alcanza.

En un mundo hiperconectado, Canarias no puede permitir seguir siendo ultraperiférica en este campo; especialmente si aspiramos a que en el futuro también pueda disponer de su propio sector tecnológico. Y estas iniciativas del Cabildo son esenciales para ello. Porque volverán a ser otro "secante" de nuestra vieja ultraperificidad.