El nuevo gobierno de Santa Cruz lleva un año anunciando la "pacificación" del polémico Plan General. Sin embargo, de momento solo ha logrado aplazamientos de la Cotmac para intentar aprobar el documento dejado por Miguel Zerolo, aunque con el compromiso de pedir a la Comunidad la suspensión de ámbitos para resolver el fuera de ordenación, que afecta a un mínimo de 57.000 personas (según la cifra oficial) y un máximo de 80.000, según diversos cálculos. Es cierto que el consistorio ha concluido en gran parte el primer catálogo municipal de los 1.772 inmuebles afectados por esa figura, pero no menos que se ha agudizado la polémica sobre si su hoja de ruta es viable, sobre si el documento está o no caducado y, desde el jueves pasado, sobre si alguien lo ha manipulado hasta el punto de poder devolver, por lo menos textualmente, el asunto de Las Teresitas al punto de partida entre los empresarios y el ayuntamiento.

Este año cargado de laberintos legales, anuncios y críticas por los retrasos ha dejado en un segundo o tercer plano el origen del rechazo y la creciente protesta social, ahora abanderada en gran parte por la Plataforma en Contra. No obstante, y cuando se ha vuelto a pedir un aplazamiento de tres meses a la Cotmac (acordado telefónicamente el pasado martes con el consejero Domingo Berriel), conviene recordar dónde surgieron las dudas, críticas y, finalmente, una protesta vecinal que se fue extendiendo hasta cotas insospechadas.

Un rechazo que, paralelo a la parte legal y las cuitas o connivencias entre consistorio y consejería regional de Política Territorial, le da realmente sentido a tantos ríos de tinta, pues se supone que, pese a todo, a los millones de euros en juego y los múltiples intereses, un plan de este tipo, con vistas a 15 o 20 años, está pensado para las personas, de toda condición o enclave.

El comienzo de todo

Todo empezó en Las Cabritas el 23 de junio de 2004. Tras descubrir una vecina que pidió permiso para edificar las intenciones municipales para con la zona, el resto de residentes que habitaban las casas de este rincón de Ofra (justo detrás del campo de Las Delicias), encabezados por Ceferino Ayala, crean una plataforma de auténticos indignados al comprobar que se pretende derribar y sustituir sus hogares por entenderse como infraviviendas, cuando ellos se sentían privilegiados por estar a 5 minutos de Santa Cruz, con todos los servicios y tener azoteas y patios.

Un año después, justamente el 1 de junio de 2005, esta lucha surtió efecto y el Pleno aprueba que no habría ningún derribo ni sustitución de viviendas. Este ejemplo no solo abrió la caja de los truenos, sino que demostró que, reaccionando y movilizándose, la lucha vecinal acababa dando resultados, tal y como se demostró en otros muchos casos posteriores.

La creación de esta entidad en Las Cabritas evidenció que algo estaba fallando en el movimiento vecinal en el que, desde 1983, se asentó ATI en la capital, tras surgir de las cenizas de la UCD que encabezó Manuel Hermoso en 1979. De hecho, las plataformas contra el PGO se convierten en alternativas de representación con tanta fuerza que, enseguida, comienzan a caer presidentes y directivas de las AAVV que, para la inmensa mayoría, servían de correas de transmisión del poder local de los áticos. De hecho, a muchos de esos dirigentes se les achacaba haber acordado con los redactores múltiples aspectos del PGO que, a la postre, se convierten en los principales motivos de las "batallas". Los mejores ejemplos de esta "revolución" vecinal se dieron en El Tablero, El Sobradillo y María Jiménez (Anaga).

Salud Bajo reacciona

Lo ocurrido en Las Cabritas encendió las alarmas y diversas zonas, como Salud Bajo, se sumaron con fuerza a la ola desde julio de ese año 2004. En este caso, el foco principal surgió en la AAVV Príncipe Ruymán y las calles Mencey Beneharo y Bencomo. Dos ramblas del PGO afectaban a un centenar de casas de una manzana cercana a la plaza José Carlos Schwartz y no estaban dispuestos a permitirlo.

Con referentes como Carmen Elena González (que hoy sigue igual de crítica) y protestas reiteradas bloqueando, entre otras cosas, pasos de peatones de la avenida de Venezuela, la zona comenzó una lucha que alimentó otras en una espiral imparable que, en su mayoría, triunfó con cambios en línea con las reivindicaciones. Mientras, y a la espera de que estallara el escándalo del fuera de ordenación, el plan ya estaba dejando demasiado claro que no era muy pacífico. Entre los logros más simbólicos de los vecinos de Salud Bajo se halla haber convocado la primera reunión con el entonces alcalde, Miguel Zerolo.

Esa marea, enseguida, dejó muestras de su sal en heridas abiertas en Tíncer. A finales de julio de 2004, los residentes ya mostraron su profundo enfado con los redactores por no modificar la exclusión de unas 40 casas con cuatro décadas en el suelo consolidado. Sin apellido, pues era conocido solo por su nombre, en este despertar destacó el vecino Toni.

En septiembre de ese año de la gran erupción vecinal, le siguió El Tablero, aunque, en este caso, se dieron discrepancias entre defensores y detractores del plan.

La ola siguió hasta Valleseco, donde, de la mano de vecinos como Javier González, se reactivó con fuerza la reivindicación de la reforma de la playa, que sigue pendiente.

En María Jiménez, vecinos con casas recién compradas y afectadas por el proyecto de planeamiento se sumaron sin dudarlo a la creciente protesta.

En 2005, la espiral añade el nombre de El Toscal, donde un grupo de residentes se movilizan contra la intención de crear seis torres de 10 plantas y peatonalizar casi en su totalidad el célebre barrio. Sin esperar al Plan Especial, aún pendiente siete años después, estas personas encienden una mecha que sigue muy caliente y luminosa, mientras caen algunas casas con valor histórico o surgen sentencias, como las del pasado mes de abril, que anulan derribos de hasta cuatro viviendas para crear nuevos edificios.

Los redactores también apuestan por renovar el barrio de Buenos Aires con el derribo de las viviendas y la reposición de bloques en línea con San Pío, Santa Clara y la Cuesta de Piedra. Sin embargo, los vecinos se opusieron y solo se acordaron "ligeros e imprescindibles" matices relativos a la zona industrial colindante (el Polígono Costa Sur), donde se permitirían usos de carácter terciario.

La ola o el fuego, que lo mismo da si coincide la intensidad, se propagó luego a El Sobradillo. En 2004, las previsiones para la zona ya le habían costado el puesto al presidente vecinal y surge un movimiento que lucha por diversas causas. En junio de 2006, el colectivo Siete Islas, con Juan Daniel Marrero a la cabeza, rompe el supuesto consenso del que alardeaba por aquel entonces el edil de Urbanismo, Manuel Parejo, y se consolida un claro rechazo a la Vía Exterior (ahora congelada por falta de dinero), la Zona de Actividades Logísticas (que sigue de plena actualidad y que ya se proponía para Hoya Fría, algo descartado en estos momentos) y una nueva avenida que dividirá el barrio, desde La Laguna a La Gallega.

Añaza y Anaga

También en el Suroeste, la AAVV 8 de Marzo (de Añaza) comenzó a movilizarse por el plan parcial previsto. En el litoral, se detectaron tres bloques de viviendas afectados y, como su edificación fue anterior a la Ley de Costas, se exigió que se respetaran los 20 metros. Además, se pidió la conservación de las áreas verdes y una salida hacia Hoya Fría. Respaldaban el Parque Tecnológico, cuya información pública ha salido recientemente, aunque lo condicionaban a que tuviera salida hacia el Sur frente a Acorán, mientras que reivindicaron el derribo del edificio de más de 20 plantas de la costa, algo que creían más urgente que el mamotreto de Las Teresitas.

En Anaga, se multiplican las alegaciones en busca de que se fomente la agricultura en el Parque Rural, se derribe el mamotreto y se rechace el proyecto de urbanización de la playa de Las Teresitas. Asimismo, los vecinos proponen Jagua para la instalación de la depuradora de la urbanización de Las Huertas y que se cree una comisaría descentralizada, entre otras peticiones.

La erupción vecinal recobró una fuerza inusitada cuando se fue haciendo visible el fuera de ordenación y, hasta hoy, los residentes siguen muy pendientes, aunque no siempre se es muy justo con el punto de partida: Las Cabritas.