Ni con uniforme disimula su aspecto de abuelo bueno. Y en el fondo lo es. Solo hay que escuchar a quienes lo han tratado en algún momento para saber que tras el oficial Antonio Negrín existe no solo un buen policía, sino también una buena persona.

Negrín es uno de los agentes con más años de servicio en la Policía Local de Santa Cruz -33 en total-, un cuerpo al que accedió más por necesidad que por vocación. Licenciado en Geografía e Historia, cuando regresó del cuartel las listas docentes estaban cerradas. "Y había que ganar dinero".

Por ello no dudó en presentarse a la oposición que había convocado el Ayuntamiento de Santa Cruz para policía. Aprobarla no le resultó complicado con su formación. A partir de ahí cambió un bolígrafo por otro.

Y eso que no fue poco el esfuerzo que le costó estudiar. Provenir de un enclave como Taganana no facilitaba las cosas. Una madrugada tras otra y largas esperas por el entonces escaso transporte público fueron su día a día. Tanto que, con ironía, asegura que "donde más estudiaba era en la cafetería Diana, de la calle La Marina".

"No me arrepiento de haber desechado la docencia"; "agradezco estar aquí para como está la enseñanza, sobre todo los padres", confiesa ahora el oficial Negrín, quien pondrá punto final a su larga actividad el próximo mes de agosto -oficialmente será en octubre-, aprovechando que también tiene cotizados dos años de su etapa en la Infantería de Marina.

Durante tres décadas ha pasado por varias secciones de la Policía Local (atestados, motorista, logística, calle), de las que guarda un sinfín de recuerdos. Entre otros, y mientras desempeñaba su labor en Atestados, no olvida un 4 de diciembre en el que se produjeron 17 accidentes con cinco muertes. "No llegábamos a todo".

O un servicio de noche en el que una señora los requirió para que le bajaran la basura que había dejado su hija. Y un "engaño" que le hicieron al Hospital Nuestra Señora de La Candelaria, que no quería recibir a un ciudadano extranjero que se había cortado las venas. "Pusimos la sirena, lo metimos en un silla de ruedas y lo dejamos allí con la excusa de que íbamos a aparcar. Todavía nos están esperando", comenta con una sonrisa cómplice.

Negrín recuerda también con orgullo su paso por el área de Logística, un departamento que considera "fundamental" en el desarrollo de la labor del policía. "Si el agente no está contento, no va a funcionar; se desmoraliza", subraya. Una afirmación que aprovecha para llamar la atención sobre algunas carencias que tiene ahora mismo el cuerpo local.

Y como le sobra experiencia, también se permite darles un consejo a quienes entran por primera vez a la Policía Local: mucha mano izquierda; mantener el tono de voz y el respeto al ciudadano; buena presencia y rectitud; y mucho diálogo. "Nuestra labor no es estar denunciando todo el día", sentencia este tagananero, al que su tierra le sigue tirando, y mucho.

De hecho, nunca ha perdido ese vínculo. Al contrario. Allí tiene casa, huerta, bodega... Por eso cuando habla de ella lo hace con pasión. Y no deja en buen lugar a la Administración local, a la que acusa de tener "abandonada" a Anaga, a pesar de ser un reclamo turístico. "Empezaron el alcantarillado y no lo han terminado", denuncia. Experiencia y conocimiento para afirmarlo le sobra.

En Taganana, precisamente, suele poner en práctica dos de sus grandes pasiones: la cocina, por un lado, y la elaboración de vinos, de uva y de mora, por otro. "Siempre ha sido el cocinero en los tenderetes de la Policía", comenta un conocido.

La tercera, menos conocida, tiene que ver con una actividad completamente ajena al ajetreo de las calles chicharreras: las maquetas de barcos. "Con ellas me transporto a otro mundo", confiesa Antonio Negrín. Con el Juan Sebastián Elcano casi terminado, tiene a medias el Titanic y el acorazado Bismarck. "En ellos trabajo hasta que llega mi mujer", ironiza.

A partir del próximo mes de agosto tendrá todo el tiempo del mundo para acabarlos.