Una investigación en curso, que realizan de forma conjunta diferentes especialistas en audiología de Las Palmas de Gran Canaria, Málaga y Ganada, ha puesto de manifiesto, como conclusión preliminar, que el implante coclear tiene una relación directa en la mejora de percepción que experimentan los niños con sordera profunda.

Esta conclusión, así como el hecho de que la implicación familiar contribuye al avance de las habilidades lingüísticas generales de los menores, fue obtenida a partir de una investigación que se lleva a cabo con niños a los que les puso el implante cuando aún no contaban con dos años de edad.

El logopeda e investigador Rafael Santana, de la Universidad de Las Palmas, dio a conocer las conclusiones preliminares de este proyecto de investigación este domingo en la segunda y última jornada de la VI Reunión Anual de la Asociación Española de Audiología (AEDA), en la que, además, María del Carmen Lima Montero de Espinosa, trabajadora social que padece sordera profunda, criticó mediante lengua de signos que la sociedad actual sigue poniendo barreras, tanto físicas como mentales, a este colectivo, al que se siente "orgullosa" de pertenecer.

El referido proyecto de investigación, en el que Rafael Santana trabaja con Ignacio Moreno-Torres y cuya finalización está pendiente tan sólo de la evaluación del último de los diez niños seleccionados, está subvencionado por la Junta de Andalucía.

Colaboración

En este trabajo están implicados la Universidad de Las Palmas, la Universidad de Málaga, el Hospital Universitario Insular Materno Infantil de Gran Canaria, el Hospital Clínico Universitario San Cecilio de Granada y el Centro de Logopedia Las Palmas.

El mencionado estudio, que evalúa el progreso de niños sordos en otros aspectos de su desarrollo lingüístico además de la percepción, como el léxico, los primeros balbuceos, los juegos simbólicos o los gestos espontáneos, analiza la repercusión que en este proceso tiene el hecho de que las familias se impliquen o no en él.

La investigación concluyó hasta el momento de forma categórica que la implicación familiar se asocia en todos los casos con un desarrollo más rápido de las habilidades lingüísticas generales del niño sordo y que las familias con bajo nivel de estudios tienen tendencia a subestimar las habilidades y destrezas de los niños.