Moverse por el mundo en viajes "desorganizados" depara sorpresas que no ofrecen los circuitos, como vivir "los funerales del cielo" en Tíbet (una ceremonia prohibida a extranjeros), encontrar a un ex futbolista del Málaga en Kirguizistán y que una servilleta sirva como salvoconducto para llegar a Katmandú.

Éstas son parte de las vivencias que relata a Efe el escultor y diseñador del Instituto de Astrofísica de Canarias Gotzon Cañada, también miembro de Cenit Expediciones, quien "rompe una lanza en favor de los viajes desorganizados" como "otra forma de vivir y de aprender" y encontrar situaciones que no aparecen en libros ni vídeos.

Partiendo de Canarias, Cenit Expediciones ha viajado a Tanzania, Zambia, Perú, Bolivia, Mongolia, Mianmar, Marruecos, Turquía, Túnez y Zimbawe, entre otros.

"En un viaje organizado vas a ver cosas que también son interesantes, pero te pierdes muchas, sobre todo el factor de la sorpresa, de lo desconocido, y eso te crea un gusanillo dentro, crea adicción: la sensación de que coges un avión y llegas y a partir de ahí no sabes lo que va a pasar. Eso hace subir la adrenalina", explica.

Como ejemplo rememora la situación "rocambolesca" que vivieron los integrantes de Cenit Expediciones en Tíbet, cuando fueron testigos "involuntarios" de un rito en una mañana gris y fría cuando, a punto de marcharse, empezaron a salir unos monjes acompañando a varias personas.

Un rito funerario

Los monjes llevaban un fardo que colocaron en el centro de una pequeña plaza y comenzaron a orar.

"En ningún momento se nos ocurrió que aquello era un cadáver", detalla Cañada, quien indica que al ver el círculo de piedra en las cumbres "supimos lo que estaba pasando: los funerales del cielo".

Alrededor del círculo había casi cien buitres "inquietos y expectantes" y entonces llegó un segundo cadáver "de otra clase social", porque lo portaban en parihuelas e iba "más adornado".

Pero al llegar al círculo de piedra, los dos cadáveres recibieron el mismo tratamiento: los monjes los desembalaron y los cortaron longitudinalmente para hacer más fácil la intervención de los buitres, que tardaron en comer los restos unos 4 minutos.

Luego los monjes machacaron los huesos con un mazo y los mezclaron con harina de cebada para que los carroñeros los acabasen de comer.

Desapareció todo, precisa Cañada, quien indica que "estas cosas si no vas en un viaje desorganizado te las pierdes".

El verano pasado Cenit Expediciones acudió a India para observar un eclipse total de Sol, que impidieron los monzones, pero a cambio vivieron experiencias como la de encontrar de repente un espectáculo de tambores y danzantes masculinos con los cuerpos completamente teñidos de tinte rojo.

Estaban tan sorprendidos de ver occidentales allí "que nos tomaron más fotos que nosotros a ellos".

Idioma universal

Cañada recomienda además tener mucho cuidado con los comentarios despectivos en español, porque la gente piensa que no lo van a entender "y se equivocan".

Prueba de que en el lugar más inesperado hay algún hispanohablante fue cuando en un aeropuerto de Kirguistán, a las 04:00 horas y esperando un viejo avión ruso, "llega uno con corbata y nos dice: por favor, háblenme en español. ¡Había sido jugador del Málaga!".

En otras ocasiones no hay traducción posible, como cuando una noche en un pueblo perdido de Uzbekistán un lugareño les echó la bronca por silbar a un perro callejero.

En aquella ocasión Cenit Expediciones viajaba por la antigua ruta de la seda y estando en un restaurante, Cañada vio "con cara de póker" cómo una mujer a su espalda intentaba clavar un pincho moruno "sin carne" al hombre que tenía enfrente, que lo paró con la mano. "Una escena de celos", detalla.

En estas situaciones aconseja "ante todo una sonrisa, no puedes ir en plan salvador ni potentado" y recuerda como su situación "más apurada" cuando hicieron 4.000 kilómetros en tren por África desde Tanzania hasta las cataratas Victoria.

Esperando en una estación de autocares en Zambia, Cañada sacó la cámara de vídeo para grabar y de repente una mano le tapó el visor.

Pensó que era alguien "de guasa" y le retiró la mano, que resultó pertenecer a un policía que le prohibía grabar.

Ante su negativa a acompañarlo, "se armó un follón con todos chillando y yo en medio, hasta que llegó el jefe de policía, alto y bonachón, pidió perdón y nos invitó a un té".

También un funcionario chino, en la frontera con Tíbet, les pidió a cada uno 2.000 dólares para "arreglar" su entrada en el país, y entonces recordaron que llevaban una servilleta en la que un hombre que habían conocido en una tasca tibetana les había escrito algo en chino para enseñar si tenían problemas.

"Nunca supimos qué era ni que ponía ni quién era aquel señor, pero salimos del país", señala Gotzon Cañada.

A su juicio, el viaje más placentero es el que se hace "con una mochila y la ropa más vieja que puedas tener, con mucha ilusión y ganas", y lamenta que haya "una cierta satanización" de zonas del mundo como los países árabes.

Al final con una sonrisa te entiendes con cualquier persona del mundo porque hay muy pocas diferencias entre un ser humano y otro, señala el viajero, para quien la experiencia "más fuerte" surge "de la mirada de un niño".