La Semana Santa de Santa Cruz de Tenerife vivió ayer la que está considerada como la procesión más larga de la Isla -que transcurre por el histórico barrio de El Toscal-, con más de cuatro horas de recorrido del Señor de las Tribulaciones, imagen que aportó al numeroso público que acudió al acto el valor de su cuerpo realizado en su día con pasta de millo y el recuerdo del milagro con el que libró a la capital de una epidemia de cólera en el siglo XIX.

Los actos se iniciaron a las 19:00 horas con una función religiosa en la parroquia de San Francisco de Asís, que fue concelebrada y oficiada por el deán de la Catedral de La Laguna, Julián de Armas.

Acto seguido, el Cristo salió a la calle y solemnizó el Martes Santo con un rostro que despertó sentimientos en las profundidades del alma del público, que lo manifestó con lágrimas contenidas o alegrías a través de sentidos cantos o poesías. La imagen iba acompañada por la cofradía del Señor de las Tribulaciones, que está en posesión del título de real.

Juan Antonio Velázquez Brito, administrador de la parroquia y coordinador de la Semana Santa de Santa Cruz, centró su mensaje en que "deseamos que Nuestro Señor de las Tribulaciones no deje nunca de mirarnos con sus ojos de amor ni de protegernos".

Cabe destacar el hecho de que, cuando el paso llegó a la calle de Tribulaciones, ésta estaba cubierta por alfombras de flores y otros materiales sobre las que pasó el Señor, despertando en la mente de los mayores la oración del ayer: "Señor de las Tribulaciones./Ante tu imagen venerada/quiero reconocer mi maldad y mi pecado,/pero confío en tu bondad infinita/y en tu perdón, te amo y quiero amarte siempre./Renuévame, Señor./Hazme de malo, bueno, de pecador ingrato,/amigo fiel tuyo hasta la muerte".

El Señor de las Tribulaciones fue donado por José Carta al convento de los franciscanos y actualmente se venera en la parroquia de San Francisco de Asís. Esta imagen procesiona por las calles de El Toscal para cumplir anualmente con el voto que hizo la capital santacrucera en gratitud por librarla de la epidemia del cólera, ya que, según la historia, por la presencia de dicha imagen en dicho lugar detuvo el mal que azotaba a los vecinos de Santa Cruz.

Durante el recorrido, el Señor de las Tribulaciones recibió cantos de corales o de espontáneos, debido, según los historiadores, a que "la devoción mostrada por los fieles no se debe tanto por su identificación iconográfica, ni siquiera por su calidad artística, sino más bien por la capacidad interna que la obra contiene, capaz de transmitir todo un mundo interior, impregnado de ternura y serenidad".