Un equipo internacional de científicos han lograron captar por primera vez la explosión y el colapso de un volcán submarino en el océano Pacífico. Se trata del volcán Monowai, cerca del archipiélago de Tonga, que ha registrado grandes cambios de altura en tan solo dos semanas.

El trabajo, publicado en ''Nature Geoscience'', destaca que las imágenes han sido recogidas mediante el sistema SONAR, o navegación por sonido. Además, gracias a este estudio, los expertos podrán obtener nuevos datos sobre las características de las montañas submarinas.

En total, se han identificado hasta la fecha unas 32.000 montañas submarinas en todo el mundo y se estima que la mayoría tiene origen volcánico. Varios miles de esos volcanes puede estar activos, pero una combinación de la profundidad del océano y la lejanía implica que muy pocos han sido estudiados.

En este sentido, el autor principal del trabajo, Tony Watts, ha indicado que la investigación representa "una llamada de atención de que el fondo marino puede ser más dinámico de lo que se piensa" y ha advertido que "cualquier movimiento en el fondo marino tiene el potencial para crear un tsunami".

"He dedicado mi carrera a estudiar el fondo del mar y, en general, se piensa que es bastante estable, por lo que resulta impresionante ver tantos cambios en tan corto tiempo", ha señalado Watts sobre las nuevas imágenes. A su juicio, la investigación sobre el volcán Monowai ofrece una "nueva visión de un aspecto poco conocido de la geología submarina".

El volcán Monowai está ubicado cerca del archipiélago de Tonga y fue visto por primera vez desde un avión en 1944. Estudios posteriores hallaron evidencias de una transformación significativa, con rasgos de actividad sísmica como cambio de coloración en las aguas.

Entre 1978 y 2007 se detectaron repetidos ascensos y disminuciones de la cumbre del volcán. Este último análisis se comparó con imágenes tomadas el 2 junio del año pasado y los expertos notaron que incluso en ese corto período el volcán había sufrido una transformación.

A bordo del buque de investigación R/V Sonne, los científicos vieron por primera vez que el mar sobre el volcán se había tornado de un color amarillo-verdoso con burbujas de gas que subían a la superficie. Tres días más tarde, el equipo de especialistas recibió advertencias de que los detectores sísmicos habían localizado una actividad violenta alrededor del volcán durante un período de cinco días.